El actual Gobierno de las derechas en Andalucía admitió ayer a su pesar que, con los ERE, el anterior ejecutivo socialista puso en marcha un necesario sistema de protección para trabajadores y empresas en crisis. Con esto no quiero poner paños calientes sobre la indebida gestión de una parte de ese dinero público, no muy elevada pero que abochorna y que es la que ha de ser sancionada hasta sus últimas consecuencias. La Junta va a seguir pagando las prejubilaciones a los beneficiarios «lícitos», que son la inmensa mayoría de los más de 6.000 afectados que actualmente reciben esta percepción, y liberará 37 millones de euros hasta 2025. El vicepresidente Juan Marín cifró, a ojo de buen cubero, en 200 el número de intrusos. Dando por bueno este dato, la práctica totalidad de estos beneficiarios han sido y son acreedores de estas ayudas con toda justicia, independientemente del procedimiento empleado para su concesión. El resto, una exigua minoría, está pendiente de resolución judicial, aunque hay algunos casos escandalosos (léase, por ejemplo, la inclusión de la suegra del ex director general Francisco Javier Guerrero).
En el periodo investigado judicialmente, que va 2000 a 2009, la Consejería de Empleo identificó a 72 personas que nunca habían trabajado en las empresas rescatadas y 111 que no reunían todos los requisitos exigidos. En la causa, la cuantía presupuestaria investigada era de 680 millones. De esta cantidad, por tanto, un amplio porcentaje estuvo dedicado al fin previsto: al pago de las nóminas de prejubilación, a atender a trabajadores y empresas. Del teórico fraude, por consiguiente, habría que deducir unos 560-570 millones invertidos en prejubilaciones «lícitas».
El denominado caso de los ERE tenía otros dos frentes bajo la lupa judicial. Por un lado, las comisiones abonadas a aseguradoras y entidades mediadoras por la tramitación de los ERE, una controversia zanjada por una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. El TSJA entendió que eran legales estas partidas, cuyo montante en litigio ascendía a 66,1 millones, según la Dirección General de Seguros, dependiente del Ministerio de Economía. Antes de este fallo, el PP, como acusación particular, desarrolló una campaña agresiva contra las sobrecomisiones. El alto tribunal puso las cosas en su sitio y dio carpetazo a esta vía.
El otro eje era el de las ayudas directas a empresas y corporaciones locales. A este fin se presupuestaron unos 85 millones de euros entre 2000 y 2009, yendo el montante más significativo a la Sierra Norte de Sevilla, comarca que recibió 56 millones. Estas ayudas están sujetas a investigación judicial. La lupa está puesta especialmente en la Sierra Norte, zona de origen de Guerrero, natural de El Pedroso.
Incluyendo toda esta última partida como irregular en su distribución, consideración pendiente de resolución judicial, se podría estar hablando un daño económico a las arcas públicas por debajo de los 70 millones. Una cifra importantísima, que genera vergüenza en quienes creemos y defendemos lo público, un solo euro distraído bastaría, pero una cantidad muy alejada de las que se han manejado en el debate político y mediático durante años. Javier Arenas llegó a hablar de que el fraude de los ERE podría superar los 1.500 millones. No hay que restar ni un ápice de la gravedad que tiene ni a la tristeza que produce el mal uso del dinero público. Pero es conveniente subrayar que ningún alto cargo se enriqueció personalmente, el PSOE tampoco se financió ilegalmente con un solo euro y se atendieron a más de 6.000 trabajadores y a numerosas empresas en crisis. Se usó un procedimiento para hacer frente a una situación de emergencia social con obreros condenados al desempleo y empresas dando el cerrojazo. ¿Qué ERE no habría que haber tramitado: Santana, Delphi, Cárnicas Molina, MercaSevilla…?
Un procedimiento administrativo que algún alto cargo (Guerrero) usó para cometer mezquindades, golferías e irregularidades. Que se persigan las cuestiones punibles hasta el final, pero que se valore en su justa medida una política de protección social realizada baja la misma legislación y con los mismos operadores que en todos los territorios de España. Si una abrumadora mayoría de los beneficiarios son «lícitos» o legítimos, ¿cómo se sostiene ese mantra de la red clientelar o que estamos ante el mayor caso de corrupción de la historia?
Foto.– El Mundo. Protesta por el cierre de Delphi en Cádiz.