Agosto toca a su fin y la normalidad se cierne sobre nuestras agendas. La ciudad comienza a tomar su ritmo, reabren algunos comercios, los bares levantan las persianas metálicas, las calles recobran el pulso, los peatones resucitan… Hay vida por fin en Sevilla, aunque el calor sofocante y abrasador sigue siendo el mismo de la segunda quincena, no hay tregua ni para que la reincorporación sea más llevadera, para hacer más soportable la depresión postvacacional. No es mi caso. Llevo de guardia prácticamente el mes entero y en mi ciudad desde el 14, salvo la escapada de este último fin de semana. Pese a todo, entro con energías en el curso político. Será cuestión de dosificar las fuerzas para llegar con aire a la recta final. Tocan a rebato.