Los amantes

La carn vol carn.
Ausiàs March


«No había en Valencia dos amantes como nosotros.

Ferozmente nos amábamos de la mañana a la noche.
Lo recuerdo todo mientras tiendes la ropa.
Han pasado años, muchos años; han pasado muchas cosas.
De pronto aún me atrapa aquel viento o el amor
y rodamos por el suelo entre abrazos y besos.
No comprendemos el amor como una costumbre amable,
como una costumbre pacífica de cumplidos y telas
(y que nos perdone el casto señor López-Picó). 
Se despierta, de pronto, como un viejo huracán,
y nos tumba a los dos en el suelo, nos junta, nos empuja.
Yo deseaba, a veces, un amor educado
y el tocadiscos en marcha, negligentemente besándote,
ahora un hombro y después el lóbulo de una oreja.
Nuestro amor es un amor brusco y salvaje,
y tenemos la añoranza amarga de la tierra,
de andar a revolcones entre besos y arañazos.
¡Qué queréis que haga! Elemental, ya lo sé.
Ignoramos a Petrarca e ignoramos muchas cosas.
Las Estancias de Riba y las Rimas de Bécquer.
Después, tumbados en el suelo de cualquier manera,
comprendemos que somos unos bárbaros, y que esto no puede ser,
que no estamos en la edad, y todo esto y aquello.

No había en Valencia dos amantes como nosotros,
porque amantes como nosotros se han parido muy pocos.»

Vicent Andrés Estellés

Misterios

Alguien abre una puerta
y recibe el amor
en carne viva.
Alguien dormido a ciegas,
a sordas, a sabiendas,
encuentra entre su sueño,
centelleante,
un signo rastreado en vano
en la vigilia.
Entre desconocidas calles iba,
bajo cielos de luz inesperada.
Miró, vio el mar
y tuvo a quién mostrarlo.
Esperábamos algo:
y bajó la alegría,
como una escala prevenida.

Ida Vitale

Poema XXIX

Estoy hablando contigo
entre los árboles.
Tu voz es el recuerdo.
¿Sabré volver? La lluvia
que me descubres dice
mi nombre. Señalas
y nombras todas las cosas.

Sabré vivir mejor, con este cuerpo
nuevo que se me ha dado.
Conoceré de nuevo
(de nuevo me explicarás)
los amplios misterios
y reirás conmigo:
pero ahora yo sólo conozco
el olor del viento en este bosque.

Juan Gallego Benot

Poema de su obra ‘Oración en el huerto’.

Si ya no vienes…

Si ya no vienes, ¿ para qué te aguardo?
Y si te aguardo, di por qué no vienes,
verde y lozana zarza que mantienes
sin consumirte el fuego donde ardo.

Cuánto tardas, amor, y cuánto tardo
en rescindir los extinguidos bienes.
Ya quién me salve no lo sé, ni quienes
clavan el alma dardo sobre dardo.

A la mañana, que se vuelve oscura,
sigue la noche, que se vuelve clara
a solas con tu sed, que hiere y cura.

No quisiera pensar si no pensara
que, privado que fui de tu hermosura,
me olvidara de mí si te olvidara.

Antonio Gala

Poema del no

POEMA DEL NO
Rafael Guillén

Me decías que no. Por tu mirada
pasaban barcos lentamente. Había
gaviotas en tus ojos, en tus blandos,
oscuros ojos grandes,
donde iba cayendo la amargura
como un anochecer de altas sirenas
en los puertos del Sur.
Me decías que no serenamente.
Era un no original, que ya existía
antes que tú, que hablaba por sí mismo
mientras que tú, impotente, absorta, fijos
en mí tus ojos, lo sentías vivo,
palpabas su raíz por tus adentros.
Era un no adivinado,
mudo, pesadamente silencioso.
Tu duro cuerpo tibio
me decía que no, sin causas, iba
replegándose, como
si volviese a la infancia. Tú no eras.
Me decías que no, y en tu mirada
cabalgaba un dolor que yo diría
maternal. Un dolor implorando
comprensión. Un no de contenida
pesadumbre, pero total, abierto,
levemente asomado
a las playas del llanto.
Me decías que no lejana, sola,
terriblemente sola, maniatada,
sin un porqué donde apoyarte, pero
era no, era no, sin gritos, no…

Los puertos, las sirenas,
los barcos en la noche, todo iba
perdiéndose, alejándose.
Yo, delante de ti, triste, abatido.

El poeta granadino Rafael Guillén falleció esta semana a los 90 años.

El primer canto de los ríos

Es el amor … ése es el amor
Ay ése es el amor…

Ay ése es el amor que hemos llorado tanto … se
largan los ríos que se aman … partiendo

Cauce abajo … arrojándose sobre las praderas
que lloraban mirándose … Nosotros somos las
montañas que lloraron mirándose dicen los ríos
que las llamaban … arrastrándolas

Borrascosos … tras las largas praderas que los
vientos subían … Quiénes nos subieron el dolor
de esas montañas se van diciendo las inmensas
praderas del cielo … Somos todos los pastos de
este mundo les contestan largándose los ríos
que se aman … abiertos … tirados … rompiéndose.

Raúl Zurita

Como una sola flor desesperada

Lo quiero con la sangre, con el hueso,
con el ojo que mira y el aliento,
con la frente que inclina el pensamiento,
con este corazón caliente y preso,

y con el sueño fatalmente obseso
de este amor que me copa el sentimiento,
desde la breve risa hasta el lamento,
desde la herida bruja hasta su beso.

Mi vida es de tu vida tributaria,
ya te parezca tumulto, o solitaria,
como una sola flor desesperada.

Depende de él como del leño duro
la orquídea, o cual la hiedra sobre el muro,
que solo en él respira levantada.

Juana de Ibarbourou

Preludio de amor

PRELUDIO DE AMOR
Elisa Martín Ortega

I

Nada hay en los pliegues
de mi cuerpo. Nada hay que presienta el deseo escondido, acurrucado
como un ovillo sobre mi vientre.

El deseo se recoge y se posa en un regazo:
es ligero, pero en mis manos pesa; pesa como la gran pluma del ave sobre sus tiernas crías.

Nos protegemos. Yo le caliento,
y él me devuelve su sombra, ingenua sombra de amor que se ha hecho pena de tanto no anidar
entre mis pliegues,
de tanto recogerse y preguntarme:
¿es verdad que me quieres?

II

(Silvia y bebé)

No sé quién vive en ti ni tú lo sabes.
Pero las dos
lo envolvemos en el frágil hueco de nuestros sueños,
y allí crece
a la vez que en tu vientre; allí recorre
los límites
de su misterio.

Cuando es todo latido, cuando nada se sabe, cuando el corazón bebe agua en el pozo de la vida,
solo entonces sentimos el calor de la primera noche,
de la primera voz, del primer beso.

Quizá, quien vive en ti todo lo sabe, quizá sus minúsculas manos
nos traigan el secreto, invisible secreto,
de lo que no se dice,
de lo que calla el cuerpo.

III

Te toco muy de cerca
y solo me revelas tu inocencia: descubres el secreto
de la quietud, la calidez,
el don del aire.

Te abrazo y tu inocencia llena mis manos
de pan y de peligros.
Son mis manos las que abren el camino a tu profundidad ingenua.

El miedo que en mí late es el dolor
del corazón dichoso, su última coraza,
la llave que posees de mi alma.