Soy un periodista que vive con pasión la política. Trabajo en la política porque creo que es la palanca para transformar el mundo. Creo a pies juntillas en el esfuerzo, en el compromiso y renuevo todos los días los vínculos con mis orígenes. Ni joven ni viejo sino todo lo contrario, con dos hijos en la mochila (he cumplido con la Seguridad Social). Sevillano de nacimiento, con orígenes maternos de Moguer, me siento ciudadano del mundo; no me gustan las fronteras. Sevillista a carta cabal, aficionado de la lectura y los viajes, pero mi verdadera pasión es ser amigo de mis amigos y mis amigas.
No pudimos ser. La tierra no pudo tanto. No somos cuanto se propuso el sol en un anhelo remoto. Un pie se acerca a lo claro. En lo oscuro insiste el otro. Porque el amor no es perpetuo en nadie, ni en mí tampoco. El odio aguarda su instante dentro del carbón más hondo. Rojo es el odio y nutrido.
El amor, pálido y solo.
Cansado de odiar, te amo. Cansado de amar, te odio.
Llueve tiempo, llueve tiempo. Y un día triste entre todos, triste por toda la tierra, triste desde mí hasta el lobo, dormimos y despertamos con un tigre entre los ojos.
Piedras, hombres como piedras, duros y plenos de encono, chocan en el aire, donde chocan las piedras de pronto.
Soledades que hoy rechazan y ayer juntaban sus rostros. Soledades que en el beso guardan el rugido sordo. Soledades para siempre. Soledades sin apoyo.
Cuerpos como un mar voraz, entrechocado, furioso.
Solitariamente atados por el amor, por el odio. Por las venas surgen hombres, cruzan las ciudades, torvos.
En el corazón arraiga solitariamente todo. Huellas sin compaña quedan como en el agua, en el fondo.
Sólo una voz, a lo lejos, siempre a lo lejos la oigo, acompaña y hace ir igual que el cuello a los hombros.
Sólo una voz me arrebata este armazón espinoso de vello retrocedido y erizado que me pongo.
Los secos vientos no pueden secar los mares jugosos. Y el corazón permanece fresco en su cárcel de agosto porque esa voz es el arma más tierna de los arroyos:
«Miguel: me acuerdo de ti después del sol y del polvo, antes de la misma luna, tumba de un sueño amoroso».
Amor: aleja mi ser de sus primeros escombros, y edificándome, dicta una verdad como un soplo.
Después del amor, la tierra. Después de la tierra, todo.
SONETO DE LA GUIRNALDA DE ROSAS Federico García Lorca
¡Esa guirnalda! ¡pronto! ¡que me muero! ¡Teje deprisa! ¡canta! ¡gime! ¡canta! que la sombra me enturbia la garganta y otra vez viene y mil la luz de enero.
Entre lo que me quieres y te quiero, aire de estrellas y temblor de planta, espesura de anémonas levanta con oscuro gemir un año entero.
Goza el fresco paisaje de mi herida, quiebra juncos y arroyos delicados. Bebe en muslo de miel sangre vertida.
Pero ¡pronto! Que unidos, enlazados, boca rota de amor y alma mordida, el tiempo nos encuentre destrozados.
Cuando te veo ahora en tus mejores años con toda la belleza de una copa de vino, brillándote en los ojos el deseo y las noches estrelladas de agosto, imagino ese invierno en que, vieja y cansada, te entregues al recuerdo.
He querido llegar antes que tú a ese día. Y revivir los tiempos en que tú levantaste de esta ruina una casa, plantaste en ella higueras, y alimentaste fuegos que a todos nos hicieron imaginar la vida muy lejos de los muertos.
Ya ves que ahora han llegado, siniestros, silenciosos. Por eso tu poeta ha venido contigo a recorrer de nuevo nuestras amadas ruinas, y si ayer fue tu risa, hoy será tu silencio, cuando, vieja y cansada, de nada sirve el sueño.
Quería yo quererte sin mesura, amor de endecasílabo y pureza. En serio, amarte en limpio. No olvidar por esta vez los líricos carbones de una noche que avanza, que está a punto de nacerse en mayúscula y negrita.
Y de repente todo se oscurece: un apagón, un fallo de alumbrado, en suspenso la piel y el porvenir, la patria, las noticias, los relojes. Menos los hospitales, claro: tienen el suministro autónomo, vendaje de emergencia y su herida con luz propia.
Y es todo que las olas rascacielos destruyen los supuestos paraísos. La noche es un dolor en letra impresa, un grito alejandrino tan primario.
Y es todo que se afiebra la pupila de un niño con malaria en su torrente de sangre un poco anémica, tal vez un poco sangre malva o rosa, no roja ni azul palacio, apenas sangre.
Y es todo que anochece en los suburbios, que anochece de veras sin remedio por el bosque tan frío de tus ojos mientras cenan lubina los poetas.
Tú me quieres alba, me quieres de espumas, me quieres de nácar. Que sea azucena Sobre todas, casta. De perfume tenue. Corola cerrada.
Ni un rayo de luna filtrado me haya. Ni una margarita se diga mi hermana. Tú me quieres nívea, tú me quieres blanca, tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas las copas a mano, de frutos y mieles los labios morados. Tú que en el banquete cubierto de pámpanos dejaste las carnes festejando a Baco. Tú que en los jardines negros del Engaño vestido de rojo corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto conservas intacto no sé todavía por cuáles milagros, me pretendes blanca (Dios te lo perdone), me pretendes casta (Dios te lo perdone), ¡me pretendes alba!
Huye hacia los bosques, vete a la montaña; límpiate la boca; vive en las cabañas; toca con las manos la tierra mojada; alimenta el cuerpo con raíz amarga; bebe de las rocas; duerme sobre escarcha; renueva tejidos con salitre y agua:
Habla con los pájaros y lévate al alba. Y cuando las carnes te sean tornadas, y cuando hayas puesto en ellas el alma que por las alcobas se quedó enredada, entonces, buen hombre, preténdeme blanca, preténdeme nívea, preténdeme casta.
Cuando nos dimos cuenta, ya estaba en las ventanas, como para quedarse. Pero ahora nada nos ilumina sino esa vaga niebla. A veces, una luz desgarradora. El nuestro fue otro tiempo mucho más inocente: Todavía en las obras celebrábamos cuando, sin accidentes, la estructura Llegaba a lo más alto y se cubrían aguas. Vivíamos en calles a las que les sentaba bien un nombre Como el de las Camelias. Entre las azoteas, cada noche se encendían las luces del ático de nuestra juventud. Entre las voces suaves y lejanas, alguna vez, se oye un grito de pánico. Pero una herida es también un lugar donde vivir.
Joan Margarit, uno de los grandes de la poesía contemporánea, Premio Cervantes 2019, falleció el 16 de febrero a los 82 años.
‘Presagios’ es uno de los poemas del escritor y periodista Juan José Téllez recogidos en su nuevo libro, ‘Los amores sucios’. En el vídeo promocional de la editorial Verso&Cuento, el autor algecireño recita estos versos acompañado por Rozalén, Pasión Vega, Javier Ruibal, Andrés Suárez, Marwan, Pablo Cano y Zenet.
Mañana de suburbio y el autobús se acerca a la parada.
Hace frío en la calle, suavemente, casi de despertar en primavera, de ciudad que no ha entrado todavía en calor.
Desde mi asiento veo a las mujeres, con los ojos de sueño y la ropa sin brillo, en busca de su horario de trabajo.
Suben y van dejando al descubierto, en los cristales de la marquesina, un anuncio de cuerpos escogidos y de ropa interior. Las muchachas nos miran a los ojos desde el reino perfecto de su fotografía, sin horarios, sin prisa, obscenas como un sueño bronceado.