Es el último día de vacaciones. Quizá el momento de recapitular lo que ha pasado y me ha pasado en este mes. El descanso ve ha venido de perlas. Llegué a finales de julio con una sensación de agotamiento más mental que físico, pidiendo a voces en mi interior un cambio de aires, una tregua, un rato de calma y recuperación. Así ha ocurrido. No ha sido un agosto de grandes emociones, ni de atractivos viajes, ni de sobresalientes acontecimientos. Sólo paz, ocio, relax y reencuentro con uno mismo. Han sido semanas para mis hijos, para mi familia, para mis amigos de verdad, para la lectura, para el deporte… y para algún revés de escasa envergadura. Momentos y avatares que han tenido reflejo en este blog. Al comenzar este periodo de asueto me fijé dos retos en relación con mi bitácora: escribir siempre que tuviera oportunidad (sólo he fallado un día, el 23 de agosto) y no redactar ninguna línea de política (mucha peripecia personal, se ha convertido en una especie de diario, y algo de deporte, cultura y espectáculos). Prueba superada, he respondido a mis propias expectativas. No me planteo el blog como una obligación, antes al contrario es una pasión con cierta dosis de adicción, disfruto acudiendo a mi cita diaria. Este rincón resulta una pequeña válvula de escape para desengrasar mis deseos de escribir, para dar rienda suelta a ideas que me bullen en la cabeza, para recoger algunos instantes inolvidables. 31 de agosto: me he puesto a punto y he superado mi ITV. Tengo ganas de retomar la actividad. Veremos cuánto dura.