Mariano Rajoy, con buen criterio, ha descabalgado de la lista del PP a las elecciones europeas a Gerardo Galeote, uno de los implicados en la trama de corrupción destapada por el juez Baltasar Garzón. Esta profilaxis impregnada de visión ética ha venido precedida de una importante discusión en la sede de la madrileña calle Génova entre la secretaria general, María Dolores de Cospedal, y el responsable de Política Territorial, Javier Arenas.
En los mentideros de la villa y corte lleva varios meses circulando el pulso soterrado entre Cospedal y Arenas por el control de la organización ante la pasividad de Rajoy. Con la salida de Galeote ha aflorado de manera elocuente. La número dos defendía la necesidad de sacar al todavía eurodiputado de la candidatura para colocar un cortafuego entre la investigación judicial y el principal partido de la oposición. En cambio, el dirigente andaluz se oponía a la asunción de medidas preventivas. Y adoptaba esta pose posiblemente por un compendio de argumentos de interés particular: este tipo de resoluciones lo dejan en evidencia por su posición contemplativa ante casos sangrantes en Andalucía como Alhaurín o La Línea y, sobre todo, porque Gerardo Galeote es amigo personal, compañero de partidos de pádel y cuate de otras correrías. Luego, Arenas les exige a los demás lo que no se aplica a sí mismo ni a los suyos. Ya sabemos cómo se las gasta este funámbulo de la política.
El debate sigue abierto en los cuarteles generales del PP. El centro de atención ahora es su tesorero y senador, Luis Bárcenas, también salpicado (y de forma abundante) por el caso Gurtel. ¿Harán extensiva la misma receta de Galeote? ¿Quién se llevará el gato al agua: Arenas o Cospedal?
Foto: Efe. María Dolores de Cospedal y Javier Arenas.