Celebramos anoche el acto de entrega de la XVII edición de los Premios 28-F que organiza el Consejo Asesor de RTVE en Andalucía, del que un servidor es su presidente. Los galardonados fueron:
- Primer premio de televisión: Tiempo de Leyenda, producido por Ático7 y emitido en La 2 de TVE.
- Primer premio de radio: Barco-Prisión, de RNE y emitido por Radio 1 dentro del espacio En Primera Persona.
En mi discurso, hice una reflexión sobre el buen periodismo y la necesidad de los medios públicos. Os dejo un extracto de mi intervención:
«Nos agrada comprobar cómo en cada edición concurren programas de gran calidad que certifican que existe, que sigue existiendo, buen periodismo, que se hace buena radio y buena televisión, que la sociedad si busca, lo encuentra, que tiene al alcance una oferta de calidad, una oferta que huye del sensacionalismo y la frivolidad.
Son apuestas periodísticas que honran la profesión y que cumplen con su deber constitucional, y también estatutario, de pluralismo, de derecho de acceso de las organizaciones políticas y sociales más representativas, de respeto a las minorías, de promoción de valores cívicos y democráticos. Como periodista de profesión que soy, reparo en estos medios que nos brindan propuestas con altura de miras, con sustancia pedagógica y divulgativa, propuestas que me reafirman en la idea de que merece la pena seguir peleando y defendiendo el periodismo, pese a los vicios y a las desviaciones que algunas veces nos exasperan y nos conducen al escepticismo y la desconfianza.
Quiero traer una anécdota de Albert Camus. Éste, durante la Segunda Guerra Mundial, trabajó en el periódico Combat, un diario de la resistencia contra la ocupación nazi de Francia. Una noche, después del cierre de edición del rotativo, llegó a un bar con unos compañeros de redacción y satisfecho por el trabajo realizado gritó exultante: «¡Vale la pena luchar por una profesión como ésta!». Comparto con Albert Camus que merece la pena reivindicar y pelear por el buen periodismo, por el periodismo útil y con raíces sociales.
Sin desmerecer a muchas cabeceras privadas, que dan lo mejor de sí para cumplir con criterio, deontología y calidad las tres objetivos clásicos del periodismo, que no son otros que informar, formar y entretener.
Quiero poner el foco en el buen quehacer del servicio público audiovisual. Sería injusto, o quizá exagerado, decir que a muchos ciudadanos sólo nos queda el refugio de lo público. Pero sí me pueden permitir destacar el buen trabajo que se hace desde hace tiempo en algunos medios públicos. No en todos, por desgracia. Hay algunas empresas públicas que confunden su responsabilidad social y convierten emisoras que son de todos en trincheras de unos cuantos. Independencia, neutralidad y pluralismo han de regir el comportamiento de los medios, especialmente los públicos, y se ha de anteponer siempre el interés general de la ciudadanía al interés particular de alguien por importante que se crea.
Se han dado pasos en los últimos años para fortalecer a la radio y televisión públicas tanto en España como en Andalucía. En torno RTVE, y también en RTVA, existe un marco legislativo homologable con la jurisprudencia de la UE. Este marco legislativo delimita el camino adecuado para favorecer una información veraz, independiente, objetiva, y una parrilla acorde a las nuevas inquietudes de unas sociedades avanzadas como la española y la andaluza, sin necesidad de recurrir a la chabacanería o la estridencia.»