Se ha escrito mucho de la trascendencia política y social que ha representado el 28 de febrero de 1980. Ese día, los andaluces y andaluzas dijimos basta ya a décadas de atraso y resignación. Ese día nos levantamos cívicamente y con la fuerza del voto cambiamos nuestro destino y el de toda España. El 28-F fue una apuesta por la igualdad y el progreso. Decidimos ser protagonistas de nuestro futuro y dar la vuelta a un modelo asimétrico del desarrollo de las autonomías. Desde entonces hemos avanzado y alcanzado cotas de bienestar y desarrollo equiparables a las del resto de España y, sobre todo, hemos recuperado la autoestima. Empezamos a valorar más nuestras posibilidades y creer en nosotros mismos, despojándonos de los tópicos típicos que injustamente nos adjudicaban.
Por eso, me molesta que ahora se intente resucitar aquel viejo espantajo. Y se empiece a construir una nueva y falsa divisoria entre el norte cosmopolita y el sur folclórico, entre el norte moderno y entre el sur antiguo, entre el norte intelectual y el sur incapaz, entre el norte dinámico y el sur indolente… Esa visión elitista, cargada de clasismo y complejo de superioridad, vuelve a brotar de la boca o la pluma de ciertos creadores de opinión, incluso en ciertos ámbitos de raíz progresista. No podemos aceptar esa mirada de desconsideración y falta de respeto para con el mucho esfuerzo de generaciones y generaciones de gente de aquí. Yo me siente orgulloso de ser andaluz, no sólo por el sentimiento de pertenencia a esta tierra, sino con razones y argumentos objetivos. Un año más, este día es de celebración de la gran conquista del pueblo andaluz y de reivindicación para hacer frente a todas esas maniobras que quieren dar marcha atrás a lo conseguido o que buscan reavivar los manidos y falsos estereotipos… Ya está bien.