En estos tiempos de tempestades políticas, de profunda gota fría en Valencia, el presidente Camps se ha aferrado al palo mayor de su nave a la deriva. No hace nada por cambiar el rumbo, por modificar su singladura errática, se empecina en navegar contra el viento de la ética. Ya escampará, piensa, mientras ase con fuerza un timón que se le va de las manos. Pobre iluso, la fuerza del vendaval Gurtel lo condena (o lo condenará más pronto que tarde) irremisiblemente al naufragio.
Los intrépidos lugartenientes de este capitán de trajes planchados y regalados por amigos de moral distraída fijan las velas como pueden y achican agua a discreción. El mar se encrespa, el cielo ofrece nubarrones negros abigarrados y amenazantes, la nave parece ir a pique. El contramaestre Ricardo Costa, Rich para los amigos, se ha amarrado al mascarón de proa y se ha pasado las medidas contundentes que le reclamaban desde el cuartel general de la calle Génova por el forro de sus caprichos (gráfica expresión de la jerga del periodista José María García). La orden del almirante Rajoy se ha quedado en papel mojado, el jefe máximo (¿o debería decir mínimo?) tiene poca fuerza y débil liderazgo. Este grupo de valientes marineros se ha amotinado y desafía a todos y a todo, incluso al sentido común, la verdad y la decencia, mientras la putrefacción se expande por la Comunidad Valenciana como una mancha de aceite, según se desprende de los informes policiales.
El pelotón de Camps ha iniciado una huida hacia ninguna parte. No quieren abrir los ojos, prefieren permanecer en la inopia o en su mundo virtual. El presidente valenciano reduce este monumental escándalo al conjunto vacío o a una conspiración de los enemigos de su comunidad, a los recurrentes fantasmas exteriores para eludir las propias responsabilidades.Y estas engoladas falsas víctimas no deben confundir valentía y firmeza con temeridad y paroxismo. Para completar el círculo del esperpento, la respuesta ante la presunta financiación ilegal del PP valenciano se resume en investigar también a los adversarios políticos, una propuesta ventilador para tapar las vergüenzas particulares. Para este viaje no hace falta ninguna alforja especial.
Ya hay 71 imputados en la vertiente madrileña de Gurtel. ¿Cuántos caerán en Valencia? ¿Y en otros territorios, por ejemplo Galicia, como afectará esta gran ola de aguas fétidas? ¿Por qué Javier Arenas está tan nervioso y no da explicaciones que calmen la preocupación y las dudas ciudadanas? ¿Teme que los tentáculos de la trama que carcome la integridad y la credibilidad del PP lleguen a Andalucía? ¿A qué está esperando Don Trancredo Rajoy para actuar? Este tsunami no remite. Cada día nos desayunamos nuevas noticias truculentas: el juez busca 40 millones de euros escondidos por la red mafiosa en paraísos fiscales.
Ilustración.– Los calvitos en elplural.com.