Acierto total

La nueva fórmula de Copa del Rey de fútbol está cautivando a los aficionados. El formato a partido único, salvo las semifinales, está generando emoción, espectáculo y sorpresas. En las cuatro eliminatorias de cuartos de final, disputadas esta semana, han pasado los que, a priori, no partían como favoritos. Granada, Mirandés, Real Sociedad y Athletic de Bilbao han dejado fuera del bombo de semifinales, respectivamente, a Valencia, Villarreal, Real Madrid y Barcelona. Por nombre y presupuestos, el pase a  la final se lo tenían que haber jugado los cuatro eliminados. A doble vuelta posiblemente los emparejamientos de semifinales serían otros. La Copa, con este sistema, se abre así a más clubes. Todo un acierto de la Federación Española de Fútbol.

Foto.- El Desmarque. El Mirandés, de Segunda División, celebra su pase a semis ante su público en Anduva. Antes del Villarreal, descabalgaron a otros dos primeras, Celta y Sevilla.

Una leyenda sobre dos ruedas

Mi infancia y mi adolescencia están jalonadas de campeonatos del mundo de Ángel Nieto a los mandos de una Derbi. Cuántas horas delante de la tele primero en imágenes en blanco y negro y luego ya en color en sus últimas temporadas. En total, 13 mundiales, aunque él por superstición hablaba siempre de 12 más 1, en las categorías de menor cilindrada. Era un piloto de raza, valentía y mucha clase. Amaba la velocidad y el riesgo en pos de una victoria. Tras su retirada, se convirtió en comentarista imprescindible en las retransmisiones de los grandes premios. Hoy nos deja a los 70 años por un accidente de tráfico. Paradojas del destino que un piloto de tanto nivel se nos vaya de esta forma. Eso sí, las leyendas siempre permanecen vivas. Y nos acordaremos siempre de sus diabluras a bordo de un rayo rojo, de sus subidas a los más alto del podio, de su pasión por las motos… Descanse en paz.

Experiencia inolvidable

maraton-de-sevilla-2017

Casi se me escapa el día y no puedo compartir mis sensaciones tras hacer y terminar mi primer maratón. La jornada de hoy sí que ha sido maratoniana: me queda un rato para terminar la tarea pero he abierto un paréntesis para dejar algunas pinceladas de esta experiencia inolvidable. Correr 42,195 kilómetros no es una broma, no se puede afrontar a la ligera, salvo que se tengan condiciones portentosas. La clave está en una adecuada preparación y en tener fortaleza mental para aguantar el esfuerzo y el sacrificio. Se sale a disfrutar sufriendo, lo que constituye todo un oxímoron de la práctica de este deporte. Como siempre, el ambiente al inicio de cada prueba es fantástico, en este caso a lo grande. Gente de todos los sitios, con distintas metas, que comparte esta afición, derrocha compañerismo y contagia ilusión. Ese buen rollo colectivo te hace salir ya con una sonrisa. Y si encima te encuentras con un público animoso en todos los puntos del recorrido, un extra que te ayuda a superar los momentos de duda.

clasificacion-en-la-zurich-maraton-sevilla-2017-2Comencé la prueba muy atrás por una muchedumbre de casi 14.000 participantes. Fui adelantado posiciones en los primeros kilómetros, rebasando con soltura los globos de referencia de las 4 horas y las 3:45 y me coloqué cerca de la indicación de 3.30. Aun con respeto por una distancia que nunca había corrido, iba devorando kilómetros y el cuerpo respondía. Superé la media cuatro minutos por debajo de mi previsión. Toda una inyección de moral. Pero como bien dicen todos los que saben de esto, la prueba empieza pasados los 30. Y así fue, en el 35 me tope con el famoso muro, coincidiendo con el comienzo de la parte más bonita y monumental de la carrera. Tocaba saber aguantar: duelen las piernas y la cabeza te pide dejarlo. Había que sacar fuerzas de flaqueza, fuerza física y sobre todo psíquica. Fueron cinco kilómetros duros, desde la Plaza de América hasta la Barqueta, incluso la ligerísima pendiente de la calle Calatrava se antojaba una exigente cuesta. Pasado el puente y ya en la Cartuja, como por ensalmo, volvieron energías de no sé dónde y llegué a la meta recuperado anímicamente y apretando la zancada. La entrada en el Estadio Olímpico, una vivencia que ya conocía de cinco medias maratones y de alguna Nocturna del Guadalquivir, fue de cine. El reto estaba en el bolsillo y con un tiempo fabuloso, muy inferior a las 3.40 que eran mi objetivo (3.34:00 tiempo real).

Llegué bastante entero y satisfecho. Después de más de veinte años corriendo cumplía el sueño de hacer la prueba reina del atletismo. Me dolían las piernas, sí, pero mi sonrisa y mi alegría eran mucho mayores que en la línea de salida. Nada más cruzar la meta lo decidí sin dudar: tengo que hacer otro. Hay gente que no entiende esta pasión por hacer un deporte tan sacrificado. Y siempre recuerdo ese vídeo de Youtube con el título de ‘Esos locos que corren’… Esos locos que corremos… Y que no nos falten nunca las fuerzas, las ganas y ese afán de superarnos y seguir cumpliendo sueños.

Foto.– Gentileza de mi amigo Antonio Suárez, un maratoniano de pro.

Ya con el gusanillo

Estoy en la cuenta atrás para plantar cara a uno de mis retos vitales: hacer un maratón. Quedan sólo cinco días y ya tengo el gusanillo en el cuerpo, un estado de inquietud controlado esperando que lleguen las 8:30 del domingo. Si uno se pone a pensar, los 42,195 kilómetros dan mucho respeto, una prueba que exige no sólo una buena preparación, sino una enorme fortaleza mental, capacidad de sacrificio y una pizca de suerte para que no aparezcan molestias durante el recorrido. La clave es ir devorando kilómetros con la cabeza fría, sabiendo dosificar, sin contagiarse del buen ambiente del público ni del ritmo ajeno. Competir contra uno mismo, como siempre, y hacerlo en los tiempos en los que se ha trabajado en los meses previos, sin descuidar la hidratación.

Para este primer maratón de mi vida (medias, esto es, 21 kilómetros, llevo infinidad) me he entrenado como nunca y con el hándicap de hacerlo en solitario. Esta vez mis compañeros de fatiga, los valientes c@des, no se han subido al carro por unas u otras razones. He estado como Gary Cooper, sólo ante el peligro, haciendo kilómetros sin más compañía que mis pensamientos, en campo en ciudad, con sol y también con lluvia, de madrugada o a última hora del día, cuando la agenda laboral lo permitía. Mi guía ha sido un dios maratoniano como Martín Fiz: dos planes suyos para hacer la distancia en 3 horas y 30 minutos ó 3 horas y 59 minutos, que he tuneado convenientemente para adaptarlo a mi objetivo de cruzar la meta en 3:45.  Mucho esfuerzo durante cuatro meses, dejando unos cuantos kilos por los caminos (ya estaba flaco), con la ilusión de alcanzar un estado de forma que me permitiera afrontar la carrera con garantías. Ya estamos aquí, con la tarea hecha y con ilusión. Ya sólo quiero que llegue el día D y la hora H para correr y disfrutar todo lo que pueda. Será mi pequeña hazaña en la frontera de los 52 años.

Un gran Plan ADO ya

Han finalizado los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro y España ha saldado su participación con una honrosa cosecha de medallas. Han sido 17 los metales conseguidos (siete de oro, cuatro de plata y seis de bronce). Estadísticamente, el resultado se puede calificar de positivo. Sólo los deportistas españoles se colgaron más preseas en Barcelona 1992 (22) y Pekín 2008 (18) y se igualan las 17 obtenidas en Atlanta 1996 y Londres 2012. Y cualitativamente se han sumado siete oros, un registro sólo superado por los 13 de Barcelona. Muy destacada también la aportación del deporte femenino para que nuestro país se situara finalmente en el puesto decimocuarto del medallero.

Sin embargo, existen motivos para una razonable preocupación por el futuro del deporte en nuestro país. El primero y más importante es que la generación que creció al calor del impulso olímpico de los Juegos de Barcelona encara ya el ocaso de sus carreras. Pau Gasol y otros ilustres del baloncesto (Juan Carlos Navarro, Felipe Reyes o José Manuel Calderón), Ruth Beitia o incluso Rafa Nadal ya no estarán en la próxima cita olímpica y no se ve una nueva hornada que tome el relevo a corto plazo. Y esto lo uno con el segundo de los motivos: la ausencia de un plan de apoyo económico a la inmensa mayoría de deportes y deportistas. En un país como el nuestro volcado en el fútbol, supone una odisea practicar otras especialidades deportivas, de las que sólo nos acordamos cada cuatro años o cuando se producen grandes gestas (como el caso del bádminton y de Carolina Marín).

Aunque las secuelas de la crisis siguen instaladas en España, habría que rescatar desde el Consejo Superior de Deportes un verdadero Plan ADO (Ayuda al Deporte Olímpico) y no el descafeinado que se mantiene ahora. Sólo así, con la colaboración pública y privada, se podría diseñar un horizonte con garantías para el deporte español. Cierto es que hay muchos problemas en este país como para pensar en esto. Pero si no se acomete cuando antes un impulso decidido y continuado en el tiempo, luego será tarde y viviremos años de barbecho porque los resultados no son inmediatos. Tendríamos que aspirar en el medio plazo a situarnos al nivel de Italia o Australia, novena y décimas en el medallero de Río de Janeiro en la frontera de las 30 medallas.

Foto.El País.

Querer es poder

La fuerza de voluntad de este niño conmueve, te pone la piel de gallina. Bailey Matthews, chico británico de 8 años con parálisis cerebral, termina un triatlón. Nadó 100 metros, hizo cuatro kilómetros en bicicleta y terminó con una carrera de 1.300 metros sin ayuda, sólo con el seguimiento de su padre a unos metros de distancia. La prueba es de julio pasado pero he tenido conocimiento de esta gesta hace apenas unos días a través de un grupo de WhatsApp de corredores. Este ejemplo de superación nos demuestra que querer es poder, que demasiadas veces nos quejamos por rutina y que no afrontamos retos por falta de arrojo o por comodidad. Para cualquiera que haga deporte el tesón y la valentía de Bailey debería ser una fuente de inspiración, un espejo en el que mirarse, una referencia para asimilar que nada es imposible si ponemos todo nuestro empeño en conseguirlo. ¡Chapó, Bailey, qué gran leccción para todos!

El reto que me falta

Miguel Ángel Vázquez en la carrera de Estepona 2016

Siempre se ha dicho que en la vida hay hacer tres cosas: tener un hijo (o hija), plantar un árbol y escribir un libro. Estos tres retos ya los he superado. Tengo dos hijos, he plantado un par de árboles y he publicado un libro, Noticias a la carta, fruto de mi tesis doctoral. A este trío de aspiraciones vitales he sumado una más: hacer un maratón. Llevo media vida corriendo, desde principio de los noventa del siglo pasado, acumulo kilómetros en las piernas como para haber hecho una vuelta a España, más de veinte mediomaratones (21,097 kilómetros), decenas de carreras populares, entrenamientos largos, pero nunca me he atrevido con esta distancia mítica. Los 42,195 kilómetros siempre los he mirado con mucho respeto, casi con miedo escénico. Quizá porque se me empieza a echar el tiempo encima (la edad no perdona), porque esta temporada me encuentro con más fuerzas y más en forma o por quitarme esa espinita clavada, o por todo a la vez, hace unos días me inscribí en el maratón de Sevilla para 2017. Ya no hay marcha atrás. Si las lesiones (y las obligaciones) no me lo impiden, el 19 de febrero me enfrentaré a este reto que me ilusiona mucho. Mucha gente pensará que es un desvarío, y más afrontarlo con cierta edad… Y es que no saben ponerse en el pellejo de esos locos que corremos.

Declive y un nuevo ADO

El deporte español está en recesión. Empieza a vivir una crisis de resultados que nos retrotrae a los ochenta del siglo pasado. Tras años de éxitos y laureles se ha cogido una peligrosa cuesta abajo de pronóstico incierto. Nos hemos acostumbrado a las alegrías y este frenazo casi en seco nos ha cogido desprevenidos. Por ejemplo, el sábado para los que vivimos con pasión en el deporte fue una jornada aciaga: Rafa Nadal caía a las primeras de cambio en el US Open, Fernando Alonso no se lograba clasificar ni para la Q2, la selección de baloncesto naufragaba ante Serbia (y ayer ante Italia pese al partidazo de Pau Gasol)… Ese día sólo el fútbol nos dio una satisfacción con un rival muy menor, Eslovaquia, y anoche frente a otro adversario aún más débil, Macedonia, nos brindó 90 minutos de bostezos, eso sí encarrilando su clasificación para el Europeo de Francia de 2016. Tampoco nos reportó buenas noticias en agosto el mundial de atletismo de Pekín, con una sola medalla en marcha.

Una generación de espléndidos deportistas se aproxima a la retirada y no hay recambios a la vista del mismo nivel competitivo. Quedan esperanzas pero puntuales: Mireia Belmonte (natación), Carolina Marín (bádminton), Jorge Lorenzo y Marc Márquez (motociclismo), sin contar el poderío de los clubes españoles de fútbol gracias al talonario de Real Madrid y el FC Barcelona. Pero no mucho más. Cuando las estrellas que han dado tanto lustre a nuestro país cuelguen las botas, el horizonte que se nos presenta no es halagüeño. Hemos disfrutado de una etapa dorada gracias a la inversión que se hizo en este país con el Plan ADO (Asociación de Deportes Olímpicos), puesto en marcha el Gobierno de Felipe González en 1988 en la antesala de los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992.

Este programa supuso un revulsivo para el desarrollo y la promoción de deportistas de alto rendimiento cuyos frutos hemos ido recogiendo en las últimas dos últimas décadas y media. Este plan ha ido perdiendo dotación presupuestaria y actualmente languidece. Los recortes se han cebado también con el deporte, hasta el punto de que muchas federaciones están casi en quiebra. Sin recursos económicos es difícil competir contra países con mayor peso demográfico, más presupuesto y mayor compromiso con la práctica deportiva a todos los niveles. Es urgente un nuevo ADO que ayude a generar otra hornada de deportistas de élite que renueve los triunfos cosechados en los últimos años. Si no, volveremos a los ochenta donde disfrutábamos con los escasos pero peleados metales en Los Ángeles 1984: el oro de Doreste y Molina en vela, la plata de Climent y Lasúrtegui en remo y los bronces de Abascal en los 1.500 metros y de Míguez y Suárez en piragüismo. Hace falta una reacción rápida para no volver de nuevo a la mediocridad.

Foto.SportYou. Rafa Nadal, el mejor deportista español de todos los tiempos, en el partido que fue eliminado en el US Open.

El placer de correr

Miguel Ángel Vázquez en la carrera de Tesorillo«El esfuerzo desarrollado es directamente proporcional a la satisfacción obtenida». La frase no es mía, la puso en el chat de los C@des, mi amigo Nico Guzmán, un deportista que siempre da el máximo hasta en los entrenamientos. Eso es lo que pensé cuando atravesaba la línea de meta ayer tarde en la carrera popular de San Martín del Tesorillo (Cádiz). Una ruta de corta distancia, de siete kilómetros, en la que corrí al máximo de mis capacidades y con una temperatura más elevada de la deseable para practicar este deporte. En nuestro equipo, salvo excepciones, llevamos al último extremo la máxima de no dejar ni un gramo de energía en las carreras. Es la actitud de casi todos los que nos entregamos en el deporte. Ponemos todo el empeño buscando la satisfacción final. En el recorrido se sufre, se pasan altibajos, a veces te preguntas por qué te machacas, qué necesidad hay de sufrir, pero sigues ahí en la brecha, sudando hasta las bilis, con molestias y dudas, devorando kilómetros, apretando los dientes y apurando hasta el último aliento para mejorar registros. El reto es personal, se compite contra uno mismo y el éxito del compañero se celebra como propio. Llevo 20 años en la brecha, las fuerzas menguan, las lesiones limitan aunque la ilusión sigue siendo la misma, antes de cada carrera sigues teniendo el gusanillo en la barriga, se hacen pronósticos, unas veces se cumplen, otras se yerran, cada carrera es un mundo, se reparten ánimos y buenos deseos. Correr es un modo de vida. Como hubiera dicho Eduardo Galeano, es una alegría que duele.