Por los pelos y como a empujones, el Partido Popular se ha visto obligado a presentar su programa. ¡Qué fastidio eso tan democrático de hacer públicas las propuestas de gobierno de cada cual antes de unas elecciones! Total, si en la sede nacional pepera ya dan por ganadas las elecciones sin pasar por las urnas, ¡qué incordio de tanta democracia! Están tan crecidos que quieren ganar el partido sin bajarse del autobús. ¿Para qué tantas explicaciones que puedan despertar al león dormido del voto socialista? Pasar de puntillas y con la mayor ambigüedad posible es la consigna. Luego ya vendrá el tío Mariano con las rebajas.
Así, el programa que pone sobre la mesa Rajoy no es más que una cesta de inconcreciones y vaguedades, a la imagen y semejanza del aspirante a la Moncloa, una plasmación del peligroso «depende.» Epígrafes vacuos, anuncios solemnes y ningún detalle. Nos desvela casi nada para no pisar ningún callo y lo poco que muestra resulta preocupante. Ya ha avanzado el actual jefe de la oposición que piensa rebajar los impuestos a las rentas de capital, es decir, a los que más tienen. Si ya es criticable esa generosidad con los poderosos, aún es más grave el perjuicio que puede causar a los servicios públicos la merma de los ingresos por dichas bonificaciones tributarias. Como ocurre en las comunidades donde gobierna el PP, el tijeretazo irá a la educación, la sanidad o la dependencia. Recortes en lo público para beneficiar lo privado. Con la excusa de la crisis, la derecha quiere hacer su agosto e imponer un modelo donde la igualdad de oportunidades será una reliquia del pasado.
Foto.- Efe en El País.