Otra sugerencia envenenada

El Banco de España sigue haciendo de las suyas. El supervisor bancario, en lugar de dedicarse al control del sistema financiero, continúa haciendo pinitos en política. Su última propuesta pasa por hacer contratos fuera de convenio y suprimir el salario mínimo para determinados grupos de trabajadores, en concreto aquellos con menos cualificación o los que tienen más dificultad para encontrar empleo. En definitiva, el Banco de España plantea una vuelta de tuerca más a la fracasada reforma laboral del Gobierno de Rajoy. Y no se queda ahí y propugna adelantar la jubilación a los 67 años. Toda una declaración de intenciones neoliberales del equipo del gobernador Luis María Linde, como ya hizo en su día su antecesor Miguel Ángel Fernández Ordóñez. ¿Por qué se meten donde no los llaman? Perseveran en el error que nos ha traído y nos ha hundido en esta profunda crisis. Los recortes sólo generan más depresión y empobrecimiento de la sociedad. Empiezo a pensar que los que dirigen la economía están interesados en seguir ahondando la recesión y en la generación de paro para conseguir mano de obra barata y sometida. Los que mueven los hilos están cebando la desesperación de los parados para que estén dispuestos a trabajar por lo que sea renunciando a sus derechos. Todas las conquistas de muchas décadas de lucha obrera se están escapando por el sumidero de la crisis.

Una investigación sobre Bankia

Con el pufo de Bankia, el Partido Popular se está lavando las manos. Miran hacia otro lado como si el despropósito no fuera con ellos. El Gobierno ha tardado cinco días en dar la cara, se ha escondido detrás del burladero de unos escuetos comunicados de prensa cuando se cernía sobre el sistema financiero nacional y, por consiguiente, sobre el valor de la marca España una tormenta de dimensiones imprevisibles. Su gestión de la crisis ha sido más que deficiente, ha frisado la temeridad. Con ese tiempo de silencio bochornoso, con la opinión pública necesitada de una explicación convincente, los peperos estaban ganando tiempo para articular un relato exculpatorio y buscar al chivo expiatorio. El dedo acusador ha señalado al gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Sin ser MAFO santo de mi devoción por sus desvaríos neoliberales con la reforma laboral y las pensiones, entre otras obsesiones, se antoja tremendamente injusto culpar al policía (el regulador) en lugar de los que cometen la fechoría (los responsables de las cajas, especialmente Caja Madrid, que alumbraron el nacimiento de Bankia). Habrá que reprender al gobernador por su negligencia in vigilando, pero los que han llevado a la ruina a la cuarta entidad financiera española han sido los gestores del Partido Popular, desde Miguel Blesa a Rodrigo Rato pasando por José Luis Olivas en la vertiente levantina. Bankia hace aguas por su excesiva exposición al ladrillo, por su ambición expansionista con fusiones de riesgo que han empeorado su cuenta de resultados y, si no fuera bastante, por una guerra soterrada de los gallitos del corral pepero madrileño (léase Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón) por el control del chiringuito. Con lo que nos va a costar a los españoles esta nacionalización del banco (o socialización de sus pérdidas), comparto con Ignacio Escolar que se debería abrir una comisión en el Parlamento para aclarar la quiebra y ordenar a la fiscalía que investigue si, más allá de las responsabilidades políticas, hay también responsabilidad penal.

Viñeta.– Los Calvitos en elplural.com

Patriotas

No es precisamente santo de mi devoción el gobernador del Banco de España, pero ha dado esta vez en la tecla. España somos todos, ha venido a decir Miguel Ángel Fernández Ordóñez en tono de reconvención al Partido Popular por jugar a sacar tajada electoral en estos de incertidumbre tras la caída de Irlanda. Cada vez que se produce una turbulencia económica, el primer partido de la oposición empieza a revolotear cual ave carroñera esperando cobrarse su ansiada pieza, que no es otra que el poder. Hace unos meses, entonaron el «España no es Grecia, pero…». Ahora, otro tanto de lo mismo: «Irlanda no es España, pero…». Y después de este paño caliente a zurrar al Gobierno de España, que es lo que toca en su carrera alocada electoral y a este país que le vayan dando. Estos patriotas de pacotilla que se envuelven de boquilla en la bandera van a lo suyo. Ni les importa la verdad ni el futuro de España. Sin renunciar a ejercer la oposición, se puede y se debe ser más riguroso en lugar de arrojar sombras de sospecha sobre la fortaleza económica de este país. Provoca una razonable indignación que, sin ninguna base, se dé carnaza a esos tiburones especulativos que se afilan los dientes para seguir haciendo negocio fácil. Los organismos internacionales avalan la marcha de España y, en cambio, estos sabios de la gaviota  no corrigen su discurso porque tienen la cabeza en otra cosa. Ausencia de patriotismo y de pudor. Así no se hace país, así no se hace más fuerte España.

Quitarse las pulgas

CajaSur se ha escapado de Andalucía. La BBK ha ganado la subasta de la caja cordobesa intervenida y en esta comunidad autónoma nos hemos quedado con un palmo de narices. Haciendo una lectura reglamentista, la entidad vasca ha presentado la mejor oferta y poco más habría que decir. Sin embargo, en un análisis más político, esta nefasta noticia merece señalar a los verdaderos culpables: la Iglesia católica, mayoritaria en el consejo de administración de la ya fenecida CajaSur, o si se quiere afinar el tiro, los seis canónigos que, junto con sus impositores marionetas y el sindicato amarillo, apretaron el gatillo para el suicidio de la firma abortando in extremis la fusión con Unicaja.

El Banco de España, conocedor del agujero que tenía CajaSur por la gestión calamitosa de los curas, bien podía haber apretado a la curia eclesial para evitar el desastre. No se quiso mojar y, como Pilatos, se lavó las manos, dejó hacer a las partes en la obligada fusión. Los canónigos pensarían que esto era un juego y que, pese a la bancarrota, la mano larga del Vaticano favorecería el milagro de la salvación. Los ineptos representantes de la Iglesia se tiraron el farol de sabotear la alianza con la primera entidad andaluza. El PP, con su doble juego, manifestándose en Córdoba contra la fusión, también ayudó a que descarrilara este esperanzador tren. Y llegó el tío MAFO (Miguel Ángel Fernández Ordóñez, presidente del supervisor nacional) con el mazo y mandó intervenir una caja en estado terminal.

Con la decisión del Banco de España, se ponía el cuentakilómetros a cero, se empezaba otra carrera. No pudo prosperar la oferta conjunta de Unicaja y Cajasol y por ahí se empezaron a esfumar las posibilidades andaluzas en esta segunda oportunidad. La BBK fue el mejor postor, es decir, la que menos fondos públicos requería para afrontar el reflotamiento de CajaSur. La maniobra de la Iglesia nos ha salido cara. ¿Ha faltado también compromiso de los cajeros andaluces en una operación tan vital para el fortalecimiento del sistema financiero autóctono? Seguro que sí. Queda, no obstante, la mayor: la unión de Unicaja y Cajasol. Y aquí no hay margen ni para los particularismos ni para marear la perdiz. Se ha de pasar a la acción con la convicción de que es el mejor camino (¿quizá el único?) para nuestros intereses.

Todos los grupos políticos y socioeconómicos suscribieron la hoja de ruta sobre las cajas trazada por el presidente de la Junta, Pepe Griñán. Primero, la puja conjunta por CajaSur y a continuación la fusión de las dos principales cajas de Andalucía. Como siempre, el Partido Popular se desliza por el ventajismo, por el oportunismo. La derrota es huérfana y la victoria tiene muchas madres. Como la jugada no ha salido del todo bien, ya está cogiendo las de Villadiego y apuntando toda su artillería contra Griñán. Llega a tanto su cinismo que incluso se queja del SIP (fusión fría) en el que se ha enrolado Caja Granada con varias entidades levantinas, cuando los representantes populares en los órganos de la misma votaron a favor de un futuro (¿incierto?) fuera de esta comunidad autónoma. El PP se desenvuelve al más puro estilo de Javier Arenas, sin compromiso y con la bandera de la conveniencia. Se quieren quitar las pulgas de encima como si ellos no hubieran participado en esta fiesta. Lamentable.

Despidos baratos

La ola conservadora no se detiene ante nada. Por tierra, mar y aire, busca modificar las condiciones de protección social de los trabajadores. La derecha ha organizado una campaña perfectamente diseñada con el objetivo de  flexibilizar los requisitos del despido como pócima mágica para salir de la crisis. En este empeño insolidario andan, juntos y revueltos, la patronal, círculos ultraliberales de reflexión política (como la fundación de José María Aznar), el Partido Popular y algunos medios de comunicación. A este aquelarre se ha sumado como estrella invitada de manera inesperada el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez.

Todo los que piden ahora voz en grito despidos baratos olvidan que con este mismo marco de relaciones laborales España, durante los diez últimos años, creó el 50 por ciento del empleo del conjunto de la Unión Europea. No es, por consiguiente, esa una medida que favorezca aparentemente la atenuación de la recesión económica que padece nuestro país, igual que nuestro entorno europeo y Estados Unidos. El pensamiento neocon no se siente concernido por el fracaso de un modelo económico basado en el capitalismo salvaje, en la desregulación, el adelgazamiento del Estado y el ‘sálvese quien pueda’ que ha conducido al planeta a la mayor crisis desde el crack de 1929.

La fórmula válida es, precisamente, la contraria. El Estado, como está ocurriendo, ha de tener capacidad para intervenir y corregir las desigualdades que el mundo financiero y de los grandes beneficios ocasiona. No se arregla nada abaratando el despido, no se generan más empleo por reducir de 45 a 20 años por día año trabajado la indemnización por despido. Es más, con el desahogo de algunos empresarios, por el coste actual de uno pondrían de patillas en la calle a dos… y sin ningún tipo de problema de conciencia. Ante eso, la posición firme del Gobierno de España, con su presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, a la cabeza. En época de crisis más protección social y más dinero público para estimular la economía. No se puede dejar tirado al que menos tiene.

PD.- Y el PP, legítimamente y en pleno ejercicio de sus derechos constitucionales, celebra el domingo una manifestación por el empleo al mismo tiempo que defiende abaratar el despido. ¡Menuda paradoja!