El editorial de hoy de The New York Times denuncia movimientos conservadores a fin de aprovechar la crisis para imponer a las bravas sus claves ideológicas. Bajo el título The Real Agenda (La agenda real), el prestigioso rotativo desnuda las argucias del Partido Republicano para aplicar sus recetas neoliberales y reducir el papel del estado en beneficio de su dios mercado, una realidad extrapolable a España con José María Aznar como mascarón de proa a través de la FAES y con el Partido Popular, con Mariano Rajoy de sumiso lugarteniente, haciendo de correa de transmisión de estos valores y recetas neocons.
Os dejo en su integridad el citado editorial:
Con estados gimiendo y tropezando por la recesión económica, algunos políticos están tratando de explotar la crisis financiera con fines ideológicos. Muchos republicanos quieren utilizar los tiempos difíciles para reducir radicalmente el papel de los estados y de los sindicatos de empleados públicos, de la misma manera que se forzó un debate sobre cómo reducir el déficit.
Algunos quieren reducir severamente la ayuda federal a los estados, sin importar el mucho nuevo desempleo que pudiera causar, mientras que otros quieren asegurarse que Washington nunca pueda rescatar a un estado cercano a incumplir con sus obligaciones.
La última idea perniciosa, impulsada por Newt Gingrich, Jeb Bush y varios miembros del Congreso, permitiría a los estados declararse en quiebra, con la finalidad principal de romper contratos con los sindicatos y no cumplir las obligaciones por pensiones.
Es cierto que muchos sindicatos de empleados públicos han actuado bien durante una época de dificultades para la mayoría de los estadounidenses. El problema no es la existencia de los sindicatos, son los generosos contratos que de buen grado les dan los legisladores debido a su poder de presión y la capacidad del bloque derecho a voto. En Nueva York, los empleados del estado han tenido un incremento del 14% durante cuatro años, y ahora cobran un promedio de casi 67.000 dólares. Los trabajadores del estado de Iowa el año pasado obtuvieron un 6% más para dos anualidades.
Docenas de estados dan pensiones y subsidios por enfermedad mucho más generosos que en el sector privado. Sus costes se han traducido en reducciones significativas en servicios básicos estatales para la clase media y baja.
Pero la bancarrota sería combatir el fuego con gasolina, extendiéndose la inestabilidad a los mercados de bonos, asustando a los inversores y se podría pensar que nunca llegarían a devolver, y lo que es mucho más difícil y más costoso para los estados es obtener el capital que necesita desesperadamente. Algunos expertos hablan incluso que permitir a los estados a declararse en quiebra ha sacudido a los mercados.
Ideas como ésta no son un sustituto para el duro trabajo de gobernar con responsabilidad. Los contratos y los beneficios de la Unión deben ser cambiados en la mesa de negociaciones, y los recortes a aplicar por los gobernantes tienen todo tipo de apalancamiento. El gobernador Andrew Cuomo, de Nueva York, llamó la atención de los sindicatos estatales la semana pasada, amenazando con despedir a 9.800 trabajadores si éstos no aceptaban por lo menos 450 millones de dólares en recortes de nómina y prestaciones. Otros gobernadores tratan de cambiar las leyes de negociación colectiva.
Los gobernadores también tienen un enorme megáfono a su disposición, y hay que recordar tanto a los miembros públicos como a los sindicales que las emergencias financieras requieren sacrificio. Los empleados del gobierno aceptan una responsabilidad cívica especial cuando van a trabajar para los contribuyentes que no siempre es compartida por sus homólogos privados, ellos están trabajando para atender las necesidades de su estado, no sólo las suyas. (Este punto sería más fácil de vender si el sacrificio es universal. Conceder ventajas fiscales a los multimillonarios y pedir esfuerzos a los empleados de clase media refuerza poco la conciencia financiera y moral).
Aunque la propuesta de la quiebra no ha prendido en Washington, demuestra que algunos conservadores van en serio acerca de la experimentación con nuevas ideas volátiles. Para contener el daño, los legisladores y los sindicatos tienen que actuar igualmente con seriedad sobre cómo tratar con los gastos que están empezando a enfurecer a la gente que paga las cuentas.
Un texto que tiene concomitancias claras con lo que ocurre en nuestro país. Los sectores más conservadores le han puesto, por ejemplo, la proa a los sindicatos y a las comunidades autónomas. Importando malas ideas.
PD.- La traducción es mía. Espero que esté a la altura.