Nos desprecian

No aprenden. No se enteran. O simplemente nos miran con desprecio y por encima del hombro. La derecha siempre que puede manifiesta su profundo desdén y su falta de cariño hacia Andalucía. No se tienen que esforzar mucho, lo llevan dentro, les sale sin demasiado esfuerzo porque lo llevan en su código genético. De forma recurrente, nos encontramos con el tópico, el insulto o el menosprecio hacia todo lo que suena a esta tierra. Hoy ha sido la ex ministra Isabel García Tejerina pero han sido tantos ya…

La derecha acumula tanto rencor hacia con Andalucía que arremeten con lo más importante que tiene una sociedad que son sus niños y niñas. Una expresión que no es sólo desafortunada sino que refleja la falta de respeto y la insensibilidad con que la derecha política (y no sólo política) nos agrede de forma sistemática y con saña. Hiere quien puede y estas palabras sólo son una demostración de una visión interiorizada por la marca de la gaviota, de su desesperación tras tantos años de oposición y los que les quedan. Hace apenas unos días su jefe de filas, Pablo Casado, consideró a los andaluces de peor condición por ejercer libremente su derecho al voto como les da la gana. O dicho de otro modo, por no votar al PP. Otra muesca más en la historia de despropósitos e improperios injustificados a los que nos tienen acostumbrados los peperos… Estamos en elecciones en Andalucía y no será la última barrabasada. Siempre vuelven a las andadas. Si nos nos quieren, que por los menos no nos ofendan.

PD.- Teodoro García Egea, número dos y mano derecha de Casado, no ha podido ser más burdo y más ruin. En lugar de desautorizar a su compañera, ha preferido el trazo grueso y el desvarío. Personajes así sobran en la política. Este tipo de astracanadas sólo genera crispación y odio. Está claro que el numerito de ayer de Dolors Monserrat no era una ocurrencia sino una directriz malsana. El PP ha apostado por la performance política y el esperpento. Allá ellos.

Gresca en la derecha

La derecha está viviendo un escenario inédito. Partido Popular y Ciudadanos se marcan encarnizadamente en pos de la hegemonía en esa franja ideológica y, al mismo tiempo, ambos miran de reojo a Vox, la ultraderecha envalentonada y sin complejos como ha demostrado en Vistalegre, para no tener fugas por el ala más radical de su espacio electoral. Están unos y otros más entretenidos en su rivalidad particular que en ofrecer propuestas para el conjunto de la sociedad. Y lo más llamativo es que esta competición los está escorando a posiciones extremistas.

En el caso de las elecciones andaluzas del 2 de diciembre, la pelea consiste en reafirmar la pureza de raza, en demostrar quién es más de derechas. Por eso un día Pablo Casado le pide a los naranjas que firmen ante notario que no van a apoyar a Susana Díaz en la próxima legislatura y Juan Marín, el candidato de Cs por estos pagos, le responde que no van a facilitar ni siquiera su investidura, que votarían que no siempre. Una suerte de riña de patio de colegio… o quizá simple postureo electoralista.

Que el PP no arrime el hombro en esta tierra es todo un clásico, lo llevan en el ADN, lo suyo es la confrontación y el obstruccionismo. Nada nuevo bajo el sol: los andaluces los tienen bien calados. Por el contrario, Ciudadanos, en su estreno en el Parlamento de Andalucía, ha colaborado a la estabilidad y ahora está más preocupado en dar el sorpasso a los populares que en los intereses generales de esta tierra. Los naranjas han pegado un volantazo por puro tacticismo electoral (pillar cacho en el caladero de la gaviota  jugando en su mismo terreno). Eso sí, pensando más en las ambiciones de Albert Rivera que en la propia contienda electoral andaluza.

La disputa se antoja interesante. Hasta ahora el PP había estado muy tranquilo en su parcela, muy acomodado en ser el primer partido de la oposición andaluza. Y ahora no sólo tiene que fajarse con los naranjas, sino que Vox les enseña la patita por debajo de la puerta.

Foto.El Español. Santiago Abascal (Vox), Casado y Rivera.

De casta…

…le viene a Casado. ¡Y qué casta! De la casta de Esperanza Aguirre y los andaluces se mueven por el ‘pitas, pitas’. De la casta de Ana Mato y los niños andaluces estudian en el suelo. De la casta de Cristóbal Montoro y los andaluces son unos indolentes. De la casta de Rafael Hernando y Andalucía es como Etiopía. Casado se apunta ahora a la fiesta del agravio y del tópico manido y crea la casta de Andalucía es una anomalía democrática. Otro ejemplo más del estrabismo con el que la derecha mira a esta tierra. ¡Demasiado desprecio e insensibilidad! El presidente del PP tendría que dejar sus prejuicios y enterarse de que en Andalucía la gente vota libremente lo que le da la gana y que cada cual decide su sufragio con madurez política, que votamos aquí con la misma libertad y la misma madurez que lo hacen los ciudadanos de Castilla-León, donde su partido gobierna desde hace más de 30 años. Lo que sí es anómalo democráticamente es negarse a sacar de un espacio de homenaje a uno que llegó al poder tras un golpe de estado y una cruenta guerra civil y nos tuvo cuarenta años de represión y sin poder votar. También se tendría que desprender Casado del lastre de sus antepasados políticos. Pero si no lo hace, al menos que no insulte ni a los andaluces y a las andaluces ni a su inteligencia. Ya está bien de tanta ofensa gratuita y tanto estereotipo casposo. Aquí, como en toda España, la gente vota lo que quiere. ¡Entérese, señor Casado!

Foto.Público. Casado, entre Aguirre y Aznar.

Regresión

Dice el refrán que la cabra siempre tira al monte. Y el Partido Popular, de la mano de su flamante jefe de filas, Pablo Casado, promete la vuelta a sus orígenes reaccionarios. No sólo ha sido argumento para ganar un congreso frente a una contrincante teóricamente más moderada, al menos en apariencia. Casado anuncia un regreso a la etapa de plomo de Aznar, un camino de involución desde posiciones más templadas, nuevos vuelos de halcones neocon, exaltación del radicalismo y de recetas fundamentalistas. Todo con el propósito de recuperar el espacio de la derecha que le ha arrebatado otro conservador camuflado, Albert Rivera. Duelo en el corral de la derecha en pos de la hegemonía electoral, urgencias de los de la gaviota (o el charrán, que según el DRAE es también sinónimo de pillo, tunante) para evitar el sorpasso de los naranjas. El PP afronta un camino de regresión a los viejos postulados del aznarismo. El ex líder del PP se llevó toda su vida en la política activa buscando el centro y jamás lo encontró. Era muy de derechas. El nuevo inquilino de la calle Génova ni siquiera disimula. Sin complejos, Casado se divorcia del centro, al que desde luego nunca ha pertenecido ni de lejos. Como su partido.

Foto.La Vanguardia. Casado y Aznar, dos caras de la misma moneda.

Frenar a la derecha

Hablando claro. Si no se tienen los votos suficientes, lo que toca es pasar a la oposición. Eso es lo que ha hecho el PSOE después de la oportunidad desperdiciada por Podemos de remover a Mariano Rajoy y permitir que hubiera un presidente socialista. Las elecciones repetidas el 26 de junio otorgaron más escaños al Partido Popular y una mayoría en las Cortes Generales a la derecha. Por tanto, la mejor forma de combatir y frenar a la derecha es ganando en las urnas. Todo lo demás son discursos para la galería o hacerse trampas en el solitario.

Contra los que encanallan la vida pública

Hoy no me apetece escribir. Ando con la sangre caliente y es mejor en esos momentos morderse la lengua. Entiendo la política como un arte noble en el que desde distintas posiciones ideológicas se intenta transformar la sociedad, favorecer su progreso y posibilitar mejor calidad de vida para los ciudadanos. Un arte en el que no vale coger atajos para sacar ventaja. De un tiempo en esta parte, y muy especialmente en Andalucía, la derecha decidió encanallar el espacio público para ver si así conseguía gobernar en esta tierra. Su fórmula no fue otra que intentar destrozar al adversario, No le ha importado sembrar sospechas infundadas, pisotear el honor de personas íntegras y decentes, alimentar las prácticas más deleznables con tal de conseguir sus fines espurios. Ha llevado al extremo las enseñanzas de Maquiavelo: se han servido de los medios más arteros y repugnantes con tal de aniquilar socialmente al rival. No le ha importado producir un daño injusto a sabiendas con tal de arañar miserablemente un puñado de votos. ¿Qué más da el buen nombre y la reputación de las personas? ¿Qué más da el sufrimiento de las familias? Desde la derecha como deporte se mancilla, se pisotea y se zahiere a capricho sin pensar en el dolor gratuito que causan. Pienso en muchos compañeros y amigos, hombres y mujeres que han vivido y viven en sus carnes esta dinámica aberrante sin merecerlo. Muchos hoy ya pueden respirar porque todo fue un mal sueño, otros siguen viviendo una injusta pesadilla. Y hoy muy especialmente pienso en Miguel Ángel Soto, secretario de Organización de Comisiones Obreras en Andalucía, fallecido hace apenas diez. Ahora hemos conocido el archivo de una causa judicial por la que la derecha y todos sus altavoces lo atacaron ferozmente durante cuatro años. Me cuentan sus allegados que tenía el sinsabor de que su gente lo había visto en los telediarios y en la prensa como un delincuente sin razón alguna para ello. Este sobreseimiento le llega tarde por desgracia pero seguro que su familia lo agradece, y mucho, porque restituye el honor que algunos habían querido manchar. Los que encanallan o disfrutan con la carroña no estarán tan felices, pues que se les atragante.

Viñeta.– El Roto.

Talante cero

La derecha no encaja bien ni el contraste de opiniones ni la crítica. Se cree en posesión de la verdad absoluta y por eso se muestra refractaria a otras visiones desde una supuesta superioridad que los hechos desacreditan. Ésa es la imagen que ha trasladado en el Congreso de los Diputados durante el debate de totalidad de los Presupuestos Generales del Estado el ministro de Hacienda. Cristóbal Montoro ha ido de perdonavidas empleando un tono agrio y arrogante. No debate sobre contenidos, seguramente porque la propaganda pepera no puede difuminar la realidad, y se lanza al cuerpo a cuerpo ante la falta de argumentos. Montoro se ha permitido el lujo hasta de decir cómo tiene que hacer su trabajo el líder de la oposición, Pedro Sánchez. Lo bueno es lo que dice el PP, lo demás son «mandangas». La intervención completa no tiene desperdicio pero en el minuto tres comienza un pasaje antológico. Poca cintura y mucha prepotencia manifestada por el ministro en la tribuna. Se aferra a su manual ultraliberal y el resto, en su opinión, es farfolla. Esa actitud sectaria y hostil refleja con nitidez el grado de nerviosismo con que el partido de Rajoy afronta las futuras elecciones generales. Están tirando de todas las triquiñuelas posibles para encarar un proceso electoral para el que las encuestas les ofrecen un pronóstico adverso. Ante la escasa demostración de talante y de diálogo, las urnas le pueden recetar una cura necesaria e imprescindible de humildad.

Ala dura

El dedazo ha vuelto a funcionar. En el Partido Popular usan como método de selección el cornetín. En la madrileña calle Génova el concepto ‘primarias’ ni está en su diccionario. Todos firmes que decide el presidente. Y Mariano Rajoy ha apostado por el ala dura. Tanto en Cataluña como en la Comunidad Valenciana ha puesto al frente a dos genuinos representantes de la derecha radical. Una decisión difícil de explicar y que supone renunciar al centro para aglutinar el núcleo más extremista del conservadurismo patrio. Como cartel para las elecciones catalanas ha optado por Xavier García Albiol, un dirigente que ha hecho de los mensajes xenófobos el eje de su política, muy al estilo de la ultraderecha francesa de Marine Le Pen. El objetivo de Rajoy: salvar los muebles y mantener presencia en el Parlamento catalán ante la debacle que pronostican al PP todas las encuestas para el 27 de septiembre. En la comunidad vecina, la apuesta para sustituir a Alberto Fabra es una conservadora aguerrida y de la vieja escuela: Isabel Bonig. Los estrategas del PP tendrán que explicar este timonazo. Tanto años, desde la época de Aznar, buscando el centro y vuelven a la casilla de salida incluso antes de alcanzarlo. Más allá del marketing, el partido que fundó Fraga siempre ha sido de derechas. Sin más apellido.

Foto.La Vanguardia. Rajoy y García Albiol.

La derecha de siempre

No se puede reflejar con más tino (Miki&Duarte en el Grupo Joly) la respuesta insustancial y ridícula del Partido Popular al balance del primer mes del Gobierno de Susana Díaz. En 30 días se han puesto en marcha 30 medidas de impacto económico y de calado social como respuesta a los 80 días de bloqueo de su investidura. Este arranque del mandato pisando el acelerador le ha hecho pupa a un PP desnortado y sin un liderazgo sólido. Su reacción no ha podido ser más pobre y con menos argumentos. No ha rebatido ninguna de las iniciativas. Nos ha ofrecido una vez más su cara destructiva, la que nunca reconoce ni valora lo bueno para Andalucía. No esperemos a esta derecha nunca en lo positivo. Ante su falta de nivel político y de proyecto para esta tierra, sólo sabe encharcar el campo para que los demás no puedan desarrollar su juego. La misma derecha de siempre. La misma formas que el perdedor Javier Arenas ha venido practicando desde la noche de los tiempos. No sólo no aprenden, sino que se sienten cómodos en esta estrategia demencial.

Documento 30 días, 30 medidas.(Hoy, cuando se cumplen 33 días y un Consejo de Gobierno más, hay que sumar otras tres medidas).