No hay nada escrito. Así me expresé en este blog el día de reflexión de las elecciones autonómicas de 2012 (me lo recordaba el politólogo Jorge Colmenarejo), dando por hecho que la realidad social andaluza cambiaría en las urnas los teóricamente ineluctables designios demoscópicos y se pondría en evidencia la venta de la piel del oso antes de cazarlo por parte de la derecha en todas sus versiones (política, económica y mediática). El 25 de marzo dio un vuelco a las previsiones de triunfo arrollador del PP (esa balconada de la sede regional era lo más parecido a un funeral). Un escenario político para muchos inesperado, para otros, incluido el que suscribe, previsible porque se palpaba en la calle y en el ambiente. En Andalucía ganó la izquierda y el PP consiguió un resultado pírrico, una victoria por un margen ínfimo de votos que lo dejaba de nuevo en los bancos de la oposición.
Se presentaba Javier Arenas montado en la ola del éxito aplastante de las generales celebradas apenas cuatro meses antes. Más de 400.000 votantes le dieron la espalda en tan corto lapso de tiempo. El PP dilapidó tan holgada ventaja con medidas del Gobierno de Rajoy que traicionaban sus promesas y señalaban un camino de recortes indiscriminados y de pérdida de derechos (reforma laboral, subida de impuestos y agresiones gratuitas a Andalucía, entre otras lindezas). Y otro error de libro del cuatro veces candidato popular (todo un récord de Guiness) fue minusvalorar al adversario y a un pueblo andaluz que lo conocía a la perfección y que una vez le demostró su desapego. El dirigente popular se retrató con su espantá del debate de Canal Sur.
Participé en una campaña dura y trabajada compartiendo alegrías y kilómetros con Pepe Griñán, presidente de la Junta antes y después del veredicto ciudadano del 25-M. Una campaña intensa, apasionante y emotiva que movilizó el voto de mayoría social de progreso de Andalucía. Griñán dirige un gobierno de coalición entre PSOE e IU, un gobierno que está marcando un camino distinto de resistencia a los recortes y al desmontaje del estado del bienestar. Desde la Junta se demuestra que no es sólo posible una política, que hay otras alternativas, y se hace por un gabinete que trabaja con unidad de acción garantizando estabilidad desde un programa nítidamente de izquierdas.
Han transcurrido los doce primeros meses de la legislatura, que no de gobierno, y desde luego el resultado, dicho con la lógica prudencia y sin triunfalismo, salta a la vista. Tampoco conviene perder más tiempo en celebraciones habida cuenta de la situación que atraviesan muchos hombres y mujeres de Andalucía, golpeados por el paro y la ausencia de perspectivas favorables al corto plazo. Toca seguir trabajando, arremangarse y darle con el esfuerzo de todos la vuelta a esta maldita crisis.