Los empleados del servicio de limpieza de Madrid han desconvocado la huelga y la capital de España empieza a recobrar la normalidad después de casi dos semanas de conflicto. De este asunto que ha ocupado la actualidad saco las siguientes conclusiones:
1. La gestión política del conflicto ha sido manifiestamente mejorable, usando una terminología suave. El Ayuntamiento, con su alcaldesa al frente, ha mirado hacia otro lado, como si el problema no fuera con ellos, hasta que la presión social y mediática los ha obligado a intermediar para forzar un acuerdo entre patronal y trabajadores. Para desviar la atención, Ana Botella plantea ahora una revisión de la ley de huelga. Espero que el Gobierno de Rajoy no esté tentado en reformar esta norma sirviéndose de su mayoría absoluta. Una modificación de estas características necesita un amplio consenso político y social.
2. Las empresas adjudicatarias del servicio de basuras pretendían, con la excusa de la crisis, despedir a más de un millar de empleados. En el acuerdo final no se prescinde de ningún trabajador y, aunque se regulan medidas de congelación salarial y un ERTE de 45 días, nadie se queda en la calle. De la posición inicial de los patronos al pacto final media un abismo. Da mucho que pensar. Si los currantes no se hubieran rebelado ante la pretensión inicial, muchos de ellos estarían hoy en las listas del INEM. Pusieron primero sobre la mesa más de 1.000 bajas, luego en torno a 600 y finalmente ninguna. Da la sensación de que a las empresas les interesaba ahorrar en costes salariales para mejorar la cuenta de resultados.
3. La externalización de un servicio no siempre es mejor ni más barata. Que se lo pregunten al Ayuntamiento de León, que rescató el servicio y ahora lo presta de manera pública a mejor satisfacción ciudadana y a la mitad de precio. En el caso de Madrid, las empresas que concurrieron al concurso en el plazo de unos meses plantean un ERE con la extinción de más de 1.000 empleos cuando tenían un contrato que cumplir. Se ha abierto una reflexión y un profuso debate sobre las bajas temerarias para conseguir contratos públicos. Desde luego, y la experiencia así lo certifica, no siempre la oferta de menor en términos económicos es la que garantiza la eficiencia del servicio que se quiere prestar.