Cualquier acontecimiento, por pequeño que sea, relacionado con la situación política en Cataluña se convierte en terremoto de alta intensidad con sus consiguientes réplicas. Vivimos bajo el síndrome de la teoría del caos: el simple aleteo de una mariposa produce una enorme convulsión. Estamos inmersos en una espiral que no ayuda a avanzar en la convivencia.
Sólo en las últimas horas: el president Torra anuncia elecciones tras la aprobación de los presupuestos sin consultarlo con sus socios de gobierno (ERC),demostrando que la alianza está más que rota; Pablo Casado, a lo Aznar, echa más leña al fuego, anuncia una querella contra Torra por “usurpación de poderes” y pide al Gobierno que lo destituya; y Ciudadanos, que sigue instalado en la bronca y los gestos antisistema, su suma a la propuesta pepera y se plantea ir a los comicios en coalición con el PP en una especie de ‘Cataluña suma’. Los decibelios crecen, el griterío y la polarización lo dificulta todo mucho más.
Y en este ambiente de crispación la voluntad del Gobierno de España de dialogar se abre como única vía para atemperar los ánimos y buscar salidas desde la política que hagan posible la concordia. Se trata de evitar el choque de trenes de los extremos polarizados, que sólo encuentran en el conflicto su razón de ser, y a los que interesa mantener la olla a punto de reventar. Sin sosiego, empatía, sensatez y generosidad, un acuerdo no será posible. Lo digo sin retórica ni ironía: es la hora de los verdaderos patriotas, no de los pescadores en aguas revueltas.
Foto.- Efe. La