De casta…

…le viene a Casado. ¡Y qué casta! De la casta de Esperanza Aguirre y los andaluces se mueven por el ‘pitas, pitas’. De la casta de Ana Mato y los niños andaluces estudian en el suelo. De la casta de Cristóbal Montoro y los andaluces son unos indolentes. De la casta de Rafael Hernando y Andalucía es como Etiopía. Casado se apunta ahora a la fiesta del agravio y del tópico manido y crea la casta de Andalucía es una anomalía democrática. Otro ejemplo más del estrabismo con el que la derecha mira a esta tierra. ¡Demasiado desprecio e insensibilidad! El presidente del PP tendría que dejar sus prejuicios y enterarse de que en Andalucía la gente vota libremente lo que le da la gana y que cada cual decide su sufragio con madurez política, que votamos aquí con la misma libertad y la misma madurez que lo hacen los ciudadanos de Castilla-León, donde su partido gobierna desde hace más de 30 años. Lo que sí es anómalo democráticamente es negarse a sacar de un espacio de homenaje a uno que llegó al poder tras un golpe de estado y una cruenta guerra civil y nos tuvo cuarenta años de represión y sin poder votar. También se tendría que desprender Casado del lastre de sus antepasados políticos. Pero si no lo hace, al menos que no insulte ni a los andaluces y a las andaluces ni a su inteligencia. Ya está bien de tanta ofensa gratuita y tanto estereotipo casposo. Aquí, como en toda España, la gente vota lo que quiere. ¡Entérese, señor Casado!

Foto.Público. Casado, entre Aguirre y Aznar.

Autoestima

Se ha escrito mucho de la trascendencia política y social que ha representado el 28 de febrero de 1980. Ese día, los andaluces y andaluzas dijimos basta ya a décadas de atraso y resignación. Ese día nos levantamos cívicamente y con la fuerza del voto cambiamos nuestro destino y el de toda España. El 28-F fue una apuesta por la igualdad y el progreso. Decidimos ser protagonistas de nuestro futuro y dar la vuelta a un modelo asimétrico del desarrollo de las autonomías. Desde entonces hemos avanzado y alcanzado cotas de bienestar y desarrollo equiparables a las del resto de España y, sobre todo, hemos recuperado la autoestima. Empezamos a valorar más nuestras posibilidades y creer en nosotros mismos, despojándonos de los tópicos típicos que injustamente nos adjudicaban.

Por eso, me molesta que ahora se intente resucitar aquel viejo espantajo. Y se empiece a construir una nueva y falsa divisoria entre el norte cosmopolita y el sur folclórico, entre el norte moderno y entre el sur antiguo, entre el norte intelectual y el sur incapaz, entre el norte dinámico y el sur indolente… Esa visión elitista, cargada de clasismo y complejo de superioridad, vuelve a brotar de la boca o la pluma de ciertos creadores de opinión, incluso en ciertos ámbitos de raíz progresista. No podemos aceptar esa mirada de desconsideración y falta de respeto para con el mucho esfuerzo de generaciones y generaciones de gente de aquí. Yo me siente orgulloso de ser andaluz, no sólo por el sentimiento de pertenencia a esta tierra, sino con razones y argumentos objetivos. Un año más, este día es de celebración de la gran conquista del pueblo andaluz y de reivindicación para hacer frente a todas esas maniobras que quieren dar marcha atrás a lo conseguido o que buscan reavivar los manidos y falsos estereotipos… Ya está bien.

Norte y sur

Poco a poco se está imponiendo un pensamiento que pretende establecer una línea divisoria en España entre el norte desarrollado y el sur subsidiado, un constructo basado en el estereotipo y en cierto clasismo. Esta corriente de opinión estaba muy localizada en la derecha nacional más rancia, que miraba hacia abajo siempre con desprecio, y la burguesía nacionalista periférica de ciertos territorios, que nunca aceptó el modelo igualitario del Estado de Autonomías que se ha consolidado por el impulso de Andalucía. El populismo cantonalista que ha surgido en los últimos años se ha subido también a este tren barato. Lo peor es que esta mirada sesgada está contagiando a sectores templados, incluso a sectores progresistas, que no se cortan en destilar un mensaje de corte insolidario y preñado de prejuicios.

Escribía hace unos días el sociólogo Manuel Castells un artículo que se podría calificar incluso de ofensivo visto por la mirada subjetiva de un ciudadano sureño. Un pensador brillante como él escribía sobre la negativa de sectores del PSOE a un pacto con los independentistas catalanes la siguiente sandez: «Es tal el miedo de las autonomías del sur a perder sus privilegios de subsidio, que piensan que serían amenazados por una Catalunya con un concierto fiscal semejante al vasco, que han trazado una línea roja hecha de nacionalismo español y reivindicaciones presupuestarias«. No es así, Castells, y lo sabes. Por poner un ejemplo: en Euskadi, con Hacienda propia, la financiación sanitaria supone más de 1.500 euros per cápita, mientras que Andalucía, con el sistema de financiación de régimen común, escasamente supera 1.000 euros. ¿Se pueden imaginar cuántas cosas se podrían hacer más en la sanidad pública de Andalucía, que pese a todo está entre las mejores de España, si tuviéramos esa financiación adicional que tiene Euskadi? Y otra pregunta: ¿Se quiere un modelo igual para Cataluña? Si es así, para el resto sólo quedaría la calderilla.

El debate de fondo que se vuelve a plantear es la España de dos velocidades, con ciudadanos de primera (en algunos territorios del norte y Madrid) y de segunda (fundamentalmente en el sur). Se busca quebrar los principios de igualdad y solidaridad que consagran la Constitución y que Andalucía, con su movilización cívica y el referéndum del 28 de febrero de 1980, reforzó para construir un modelo de desarrollo armónico. Si se quiere cambiar el modelo, que se diga abiertamente. Si se quiere redefinir el marco de convivencia y crear un estado asimétrico, que no se anden con subterfugios. Todo este debate nos lleva a lo que, en su momento, en Italia alentó el nacimiento de la Liga Norte y que ha provocado una profunda fractura social entre los territorios septentrionales y los del sur. No creo que sea el camino para avanzar. Sólo generaría la existencia de dos países en uno desde el punto de vista social.

Foto.- El Mundo. Imágen de la manifestación del 4 de diciembre de 1977 en Sevilla.

Campanadas y aprovechados

Cuenta de Twitter del PP andaluz

Canal Sur Televisión se ha convertido, por desgracia, en protagonista del comienzo de 2015. La pifia en las campanadas ha sido el centro de los comentarios en los medios de comunicación, en las redes sociales y en las tertulias privadas durante las últimas horas. Una circunstancia lógica ante un patinazo de esta envergadura. La reacción de la cadena ha sido diligente: petición de disculpas a los miles de andaluces que no se pudieron comer las tradicionales doce uvas por la interrupción de la señal desde Almería con dos anuncios publicitarios, explicaciones ofrecidas a su audiencia (los informativos contaron el episodio sin restarle gravedad, con honestidad y profesionalidad) y al resto de opinión pública, apertura de una investigación interna para aclarar lo sucedido (en principio, todo apunta a una negligencia) y asunción de responsabilidades (dimisión del responsable de Emisiones y Continuidad). Respuesta impecable y contundente ante una crisis que así lo requería.

Otros han querido aprovechar este resbalón para intentar hacer leña del árbol caído. El error humano en la retransmisión de las campanadas no puede ser la coartada para cuestionar la existencia de la cadena pública ni para sacar de nuevo a relucir los manidos tópicos sobre los andaluces. El Partido Popular de Andalucía no se ha sumado directamente al pelotón de fusilamiento de Canal Sur pero sí ha participado del festín difundiendo informaciones críticas a través de su cuenta de Twitter. Otros se han despachado a gusto en las redes sociales criticando la falta de formación o recurriendo a los estereotipos de los andaluces indolentes y adictos al jolgorio. Posiciones mezquinas las de unos y las de otros. Cuando se escribe con trazo grueso, se incurre en demasiadas injusticias. No cabe el ensañamiento con el que algunos desnudan sus intenciones ocultas. Ni este yerro empaña el prestigio y el buen oficio de los trabajadores de RTVA, ni resta importancia a la cadena para la vertebración de esta tierra, ni afecta lo más mínimo a la imagen de un pueblo trabajador, honesto y con talento como el andaluz.

Comparaciones odiosas

Cristina Tárrega ha tenido una oportunidad de oro para mantener la boca cerrada o ahorrarse, al menos, parte de su discurso. Poner en valor la Comunidad Valenciana no tiene por qué llevar aparejada una actitud de desprecio a Andalucía. No sólo se desprende este desdén de sus palabras, sino que lo subraya intensamente con el lenguaje no verbal. El gesto de cara y mano reafirman su mensaje. Como siempre, las comparaciones son odiosas. Y en este caso gratuitas, perfectamente prescindibles e injustas. No tenía ninguna necesidad la presentadora televisiva de tomar estos derroteros. Como andaluz, quizá me mueva la subjetividad y cierto hastío por la reincidencia, observo una proverbial facilidad para tirar de estereotipo y mantener una visión tópica hacia mi tierra. A mí me llena Andalucía y no por ello dejo de reconocer las virtudes de otros territorios de España.

La caverna enfurecida

No sólo Javier Arenas ha cosechado un gran fracaso. La derecha mediática se ha sumado al duelo, al chasco. La respuesta de la caverna se ha decantado hacia la ira y el reproche burdo y estereotipado contra el pueblo andaluz. Ha sido el palo de tal calibre que las caras de fiesta de las vísperas e incluso de la propia jornada electoral mutaron hacia la decepción y la incredulidad. A media tarde del domingo, Pedro J. Ramírez difundía en su Twitter los resultados de una inexistente encuesta israelita (realizada a las puertas de los colegios electorales) muy favorables a las siglas de la gaviota. Sin embargo, esta euforia fue virando hacia la frustración a medida que avanzaba el escrutinio. Las botellas de champán se quedaron en la nevera y la enorme pancarta preparada en el cuartel general del PP andaluz permaneció enrollada. Tenían tan altas expectativas fundadas en una serie de sondeos errados con estrépito que no daban crédito a lo que estaba ocurriendo.

En lugar de reposar el análisis, de profundizar en las causas del fiasco, toda la brunete mediática ha recurrido al brochazo simplista y al tópico malintencionado. Estos ángeles del apocalipsis tiraron de un reduccionismo infame. El varapalo electoral de la derecha arrogante y autoritaria se debe, a su sectario modo de entender, a la inmadurez del electorado andaluz. Y sin ningún arrobo han tirado del manual de descalificaciones e insultos tan habituales en el reino del TDT Party: que sin los hombres y mujeres de esta tierra son unos vagos, menores de edad políticamente hablando, catetos, estómagos agradecidos, pancistas, apesebrados, chupones, subsidiados… Siguen instalados en el discurso del voto cautivo. Por eso, han lanzado con furia y ansias de exterminio de un pensamiento diferente una cascada de improperios contra una gente que ha votado, con libertad y en conciencia, lo que les ha dado la gana. Como siempre desde que disfrutamos de democracia.

Estaban en la derecha tan embriagados de poder que no habían barajado siquiera la hipótesis de no conseguir su objetivo de gobernar en Andalucía. Como en la aldea gala de Astérix, Andalucía se ha erigido en la resistencia a la marea azul gracias a un pueblo insobornable y sabio que sabe lo que quiere. Haría bien la caverna en despojarse de irreales clichés, en abandonar sus falsos lugares comunes, si es que quiere comprender a unos ciudadanos con una visión más profunda, más juiciosa y más elevada de la que carecen muchos analistas y opinadores que viven encastillados en la villa y corte madrileña. El recurso fácil de la descalificación falaz sólo pone en evidencia el mal perder y el déficit democrático de los que se resisten a aceptar el inapelable veredicto de las urnas.

Hasta el gorro del tópico

Ya está bien. Uno se harta de este sistemático bombardeo contra Andalucía, un pimpampum cargado de tópicos, prejuicios y mala baba. El último en disparar las baterías del estereotipo y el insulto ha sido el independentista catalán Joan Puigcercós, de ERC, al asegurar que «en Andalucía no paga [impuestos] ni Dios». Esta agresión gratuita viene de boca de un representante de ese catalanismo celoso de sus señas de identidad y sus símbolos aunque en absoluto respetuoso con la imagen y la realidad de otros pueblos de este país común que es España.

Lo ha dicho el Gobierno de Andalucía a través de su consejera de Presidencia: esta argumentación falaz es tan fácil y tan injusta como el anticatanalismo. No incurriré en el error de atizar el enfrentamiento entre territorios ni tampoco en fomentar la catalanofobia. Es una gran metedura de pata de un tipo desesperado por ganar un titular y por recuperar los votos que se les escapan a borbotones a su partido.

Cuando el yerro recalcitrante se había colocado en la primera plana de la agenda mediática y la indignación crecía exponencialmente en la sociedad andaluza, colgaba en su blog, ya pasada medianoche, unas excusas insuficientes sobre la presión fiscal que soporta Cataluña (la misma que todos los territorios del Estado), aunque el daño ya estaba hecho. Muchos nacionalistas dan muestra de un profundo desconocimiento de la realidad de Andalucía y de falta de sensibilidad para reconocer el esfuerzo de esta tierra para engancharse al tren del progreso.

Los clichés de siempre

La derecha practica con naturalidad y excesiva frecuencia el deporte del desprecio a Andalucía. Son muchos los dirigentes nacionales del Partido Popular (José María Aznar, Esperanza Aguirre, Juan Carlos Aparicio, Jaime Mayor Oreja, Aleix Vidal-Quadras, Ana Mato, Monserrat Nebrera y otros más) que, a las primeras de cambio, insultan, agreden, menosprecian o faltan al respeto de la gente de esta tierra sabia, ingeniosa y trabajadora. Estas cabezas delirantes, que encajan a la perfección en el guión de la Escopeta Nacional, se sienten muy cómodas en el cliché y en el estereotipo.

La última salida de pata de banco, aunque no es debutante en estas lides de la exaltación del tópico, ha correspondido a la presidenta de Madrid. Aunque horas más tarde rebobinó a su manera, la lideresa Aguirre asestó un duro golpe a la dignidad de los andaluces comparándolos con gallinas que bobamente comen el pienso que les echa el PSOE. Sus palabras textuales fueron: «El Gobierno utiliza el dinero de los contribuyentes para dar pitas, pitas, pitas, la gente del campo me entiende».

Estas declaraciones desafortunadas e hirientes ponen de evidencia que Aguirre es la peor representante de esa derecha que odia a Andalucía y que no soporta que mire de tú a tú a los señoritos de antaño. Las ayudas aprobadas por el Consejo de Ministros no son una dádiva o una limosna, es una cuestión de justicia para hacer frente a un temporal de extraordinarias dimensiones que ha azotado a esta comunidad durante tres meses. Era una medida reclamada por el sector agrícola y los sindicatos, por la ciudadanía en general, para paliar los daños cuantiosos producidos en las playas, en el campo y en las infraestructuras y para atender a los miles de jornaleros que durante este periodo no han podido ir a trabajar al campo como consecuencia de la climatología tan adversa.

La derecha sigue teniendo una visión de Andalucía en color sepia. Va siendo hora de poner punto y final a la imagen retrógrada que conserva la derecha en su retira porque Andalucía hoy por hoy es una sociedad pujante, dinámica y moderna. A esta banda del PP se le nota demasiado su añoranza de tiempos de las tinieblas en los que los señoritos de Madrid venían aquí a cacerías y ferias. Son tiempos que afortunadamente ya han pasado a la historia gracias al esfuerzo colectivo de millones de andaluces que han conseguido dar la vuelta a esta tierra, a la que la derecha había condenado al subdesarrollo y al ostracismo durante décadas.

Ante esta nueva afrenta, el PP de Andalucía, como siempre, ha escondido la cabeza bajo tierra como los avestruces, dejando otra vez pasar los insultos hacia esta tierra y demostrando que es un peón sumiso de la estrategia nacional del Partido Popular. O lo que es lo mismo: que no defiende a Andalucía. Javier Arenas ha perdido una nueva oportunidad de demostrar que es algo más que un muñeco inerme a las órdenes de su ventrílocuo.