Metiendo miedo

El debate sobre el futuro de las pensiones es recurrente. De tarde en tarde, sin nadie saber por qué, algún halcón neoliberal lo pone sobre el tapete para generar incertidumbre y, de camino, hacer un favor a los fondos de pensiones privados. El último emisario de este contubernio del miedo ha sido el gobernador del Banco de España. Luis Linde se ha descolgado con que el problema demográfico «conduce a una reducción inexorable de las pensiones a largo plazo salvo que se combinen con el ahorro privado«. El gobernador quiso minimizar el impacto en los hogares de la rebaja de las pensiones porque, según sus datos, el 70% de los españoles cuando se jubila tienen su casa pagada y ya no tienen que pagar hipoteca. Razón de peso (es ironía, preciso por si no se entiende) para justificar un recorte de los derechos de la clase trabajadora y meterle la mano en la hucha que han ido nutriendo para afrontar dignamente sus últimos años de vida.

La ecuación perfecta del manual liberal: fomentar el pánico entre los trabajadores y hacer una impagable campaña de publicidad al negocio privado. Tanto desahogo produce inseguridad entre los actuales cotizantes. Me molestan la ligereza y la insensibilidad con las que se manifiestan personajes como Linde. Y me revuelvo contra esta actitud desde una perspectiva política, solidaria y también personal como trabajador que lleva más de 33 años cotizados a la Seguridad Social. No puede ser que el beneficio empresarial crezca año a año y los beneficios laborales se jibaricen no sólo durante el periodo de actividad sino también durante la jubilación. Se está creando una sociedad cada vez más dual, en la que se acrecientan las diferencias entre una minoría muy rica y una inmensa mayoría con limitados recursos. La ortodoxia neocon nos lleva por el camino equivocado. No se mejora la competitividad de un país quebrando el principio de igualdad, reduciendo los salarios y las pensiones o liquidando los servicios públicos esenciales como la sanidad y la educación. Esa ruta sólo tiene rédito los de siempre.

PD.– El Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero dejó más de 60.000 millones en el fondo de reserva de la Seguridad Social para proteger las pensiones. Mariano Rajoy ha dilapidado la mitad de esta maravillosa herencia de la que nunca habla. ¿Está haciendo el PP con sus decisiones insostenible el sistema por ideología?

Foto.Efe.

Operación maquillaje

Esta imagen, tomada de la página de Facebook del diputado socialista y economista Pedro Sánchez, concluye que el plan de crecimiento y competitividad aprobado el pasado viernes por el Consejo de Ministros no es más que una operación de maquillaje, que no mueve nuevos fondos públicos, sino que reasigna los ya presupuestados, y que por consiguiente no tendrá un efecto directo sobre la actividad económica porque lo que «se invierte por un lado se recorta por otros». Este ampuloso programa de estímulo no sería más que un truco de prestidigitador. Si ha quedado claro después de seis años largos de crisis es que la austeridad al ultranza no es el camino. El austericidio sólo produce empobrecimiento y sufrimiento de la inmensa mayoría de la sociedad española.

Por buscar algo positivo: hasta el gabinete de Rajoy parece haber cambiado el discurso. La pena es que las palabras de momento no se traduzcan en hechos que cambien una política centrada exclusivamente en conseguir los objetivos de consolidación fiscal y presupuestaria que nos imponen desde Bruselas (y Berlín) y que da la espalda a las personas favoreciendo una sociedad cada vez más desigual. Toca un giro radical (o una rectificación) para acelerar la balbuciente recuperación económica y crear empleo. Para eso, el camino es aumentar la inversión pública y la demanda ciudadana. Sin embargo, se apuesta desde la troika por seguir incrementando los impuestos y reducir los salarios. Con esa perversa receta, nos costará mucho más salir del túnel.

Desigualdad

Los poderosos están aprovechando la crisis para hacer un ajuste de cuentas a las clases medias y trabajadoras y para enviar a la exclusión social a los sectores más desfavorecidos. Con el cuento de salvar a la economía del desastre, está arrimando el ascua a la sardina de sus intereses de una manera vergonzante. Bajo la bandera de una falsa austeridad, se está permitiendo una insoportable transferencia de rentas del trabajo hacia el sector financiero, se llama a la competitividad sólo mediante la reducción de salarios, se destroza los servicios públicos fundamentales para alimentar al negocio privado, se ofrece una amnistía fiscal a los defraudadores mientras que a los ciudadanos se les cruje a impuestos (las grandes empresas sólo han tributado un 11% mientras que al currito se le somete a una presión insufrible)… El resultado de esta estrategia perversa se puede calibrar en términos cuantitativos: los trabajadores por cuenta ajena hemos perdido un 7% de poder adquisitivo en España. Más allá de los números, lo que se resiente con este acoso ultraliberal a nuestros derechos es la igualdad de oportunidades. Esta crisis está ampliando la brecha entre ricos y pobres, nos empuja hacia una sociedad dual donde las clases medias casi desaparecen. Dos organismos internacionales para nada sospechosos de ser de izquierdas, el FMI y la OCDE, han alertado del riesgo de fractura social que supone esta ortodoxia ultraliberal. El camino de la reducción del gasto público y la jibarización del sector público sólo produce más desigualdad y nos conduce a la ruina como sociedad. ¿No se dan cuenta nuestros mandatarios? Claro, pero no hacen nada. En la Moncloa han puesto un testaferro a ejecutar órdenes que llegan desde los mercados financieros y los despachos de los directores generales de los bancos alemanes. Democracia intervenida…

Viñeta.El Roto, en El País.

La economía alemana no es ejemplo

Esta afirmación tan contundente pertenece a Vicenç Navarro. En un reciente artículo con este mismo título desmonta muchos de los mitos que rodean a la gestión económica alemana. Merkel justifica el supuesto éxito del modelo germano por las políticas de austeridad desarrolladas desde la primera década de este siglo, un recetario que de manera implacable impone ahora a todos los países de la Eurozona. La canciller se atribuye en la UE el papel de la laboriosa hormiga frente la ociosa cigarra (encarnada por los países periféricos). Esta falsa premisa oculta la realidad. El politólogo desmadeja esa impostada percepción con los siguientes argumentos:

Su éxito como país exportador se debe a una situación de dominio sobre su propia clase trabajadora y sobre otros países que bien podría definirse como explotación.

Con sus políticas, la clase trabajadora alemana no ha sido beneficiaria del incremento de su productividad. El Estado y el mundo empresarial alemanes no han permitido un aumento de los salarios paralelo al crecimiento de su productividad. La mayoría de este crecimiento ha enriquecido las rentas del capital, y no las del trabajo.

La mayor competitividad alemana impide a los países con menor competitividad ganar competitividad porque no se les permite la devaluación de la moneda (que conllevaría una reducción de costes de producción). Ello limita sus posibilidades de poder ser más competitivos. Y una de las pocas maneras posibles es bajando los salarios (como constantemente los autores neoliberales insisten), bajada que tiene que ser muy acentuada para alcanzar mayor competitividad como consecuencia que los salarios alemanes son más bajos.

Es más, los Estados de tales países también tienen sus manos atadas porque no tienen un Banco Central que imprima dinero y pueda proteger su deuda pública (como hace un Banco Central digno de su nombre) de la especulación de los mercados financieros. No pueden, por lo tanto, expandir su gasto y estimular la economía creándoseles un problema grave, pues sus economías están en recesión (camino de depresión en algunos países), disparándose el desempleo.

Las reformas laborales que el BCE impone en Europa no siguen el modelo alemán. Los empresarios no tienen facilidad en despedir a los trabajadores. Su sistema de negociación colectiva impide la destrucción de puestos de trabajo, repartiendo el trabajo (las horas trabajadas) en su lugar.

No es verdad que Alemania esté ayudando a los países periféricos del euro. Ocurre justo al revés. Existe un gran flujo de capitales de estos últimos países a Alemania. Y la supuesta ‘ayuda’ a la banca española va dirigida a sus propios bancos, que tienen gran cantidad de la deuda privada en las entidades de nuestro país.