Llegó a la Presidencia de la Comunidad con el tamayazo, la compra de dos diputados socialistas para que no prosperara un gobierno de izquierdas, y se va con las sospechas de financiación ilegal del Partido Popular en Madrid a través de la trama de la operación Púnica. Y entre la presentación y el desenlace, el nudo del caso Gürtel. Esperanza Aguirre entró y se marcha (a medias) con un trasfondo fétido. Trece años de liderazgo en Madrid trufados de situaciones indeseadas. Esta nueva dimisión parcial (no renuncia a su acta de concejal en Madrid) se produce tarde y mal. Ya se verá si detrás de este inesperado movimiento hay un repliegue táctico para alejarse de nuevos escándalos en torno al PP madrileño. Varios medios de comunicación ya apuntan un nuevo caso en torno a adjudicaciones del canal de Isabel II.
Más allá de la vertiente judicial, en la dimensión política esta maniobra supone un torpedo a la línea de flotación de Mariano Rajoy. Aguirre le está marcando el camino, la puerta de salida. Un golpe imprevisto que coge el presidente en funciones muy debilitado y con nula credibilidad social y cada vez menos apoyos internos. Es un candidato amortizado y que carece de posibilidad alguna para superar una investidura y continuar en la Moncloa. Al día de hoy es un estorbo hasta para los suyos. Haga lo que haga Rajoy, nada apunta a que siga el ejemplo de su compañera Esperanza y asuma su responsabilidad política, el PP necesita una profunda renovación y regeneración para presentarse ante la sociedad española. Hasta entonces, lo mejor que le pueda pasar a este país es que este partido pase una larga temporada en la oposición.
Foto.– Maldita Hemeroteca en Twitter.