Ya era hora

Cuánto ha tardado el Gobierno de la nación en darse cuenta de que la recuperación y la mejora de la competitividad no se podía hacer recaer también en la espaldas de los trabajadores, deprimiendo sus condiciones laborales y sus retribuciones. Se han llevado años negando la realidad de que los salarios habían bajado durante su gestión cuando las estadísticas eran demoledoras. El peso de la masa salarial en la riqueza nacional ha decrecido en tres puntos, del 50% al 47%, desde la entrada en vigor de la cruel reforma laboral firmada por Mariano Rajoy. Ayer, se cayeron del caballo como Saulo, y se dieron cuenta que no se podía exigir más sacrificios a los trabajadores y plantearon un aumento de las retribuciones en la negociación colectiva hasta del 3%, Hasta la patronal CEOE, a través de su presidente, Joan Rosell, ha salido apoyando la medida. Han estirado el chicle todo lo que han podido hasta que la situación era ya insostenible. No podían vender su mantra de recuperación económica si ésta seguía sin llegar a los trabajadores. Un baño de realidad que esperemos que se concrete en beneficio de quienes más han sufrido los estragos de la crisis.

Siglo XIX

Dice el presidente de la patronal CEOE, Joan Rosell, que el empleo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX. Lo que son de esa época son los salarios de trabajadores que no dan para llegar a fin de mes y llevar una vida digna. O que miles de trabajadores no tengan convenios colectivos por un reforma laboral infame del Partido Popular que nos desprotege. O que haya trabajadores con condiciones laborales que lindan con la explotación, echando más horas por menos remuneración. O que en 2015 en España tenemos ya el mismo Producto Interior Bruto que en 2010 y sin embargo la masa salarial del conjunto de los trabajadores ha caído en 30.000 millones de euros, lo que quiere decir que los ricos son más ricos y las clases media y trabajadora se han empobrecido durante la crisis. Todo esto sí que es del siglo XIX y lo que corresponde al tiempo en que vivimos es un marco de relaciones laborales con salarios dignos y empleos de calidad. ¡Derogación ya de la reforma laboral!

Ahora, a por la ley de huelga

Se han puesto de moda los micros abiertos y los charlatanes imprudentes. A los prebostes de la derecha les pone eso de rajar a calzón quitado sin saber que están siendo grabados. Sea Rajoy, De Guindos o el jefe de la patronal. Éste ha sido el último en sumarse a este curioso pasatiempo. A Joan Rosell lo han trincado aconsejando su compañero de mesa (Jesús Terciado, presidente de Cepyme) contención en la euforia, será para evitar enfadar más a la gente a raíz de la lesiva reforma laboral. Saben que están siendo observados con lupa y no queda bonito meter el dedo en el ojo en demasía. Escuchando esta mañana al pope de los empresarios me ha recordado, ahora que estamos a puertas del carnaval, a aquella chirigota del Yuyu que decía aquello de «alegría moderada». Pese a sus esfuerzos, los patronos muestran una felicidad indisimulada con la medida del Gobierno del Partido Popular. Los muchachos andan entusiasmados con el favor que les han hecho sus colegas de la Moncloa. No se cortan, ofrecen su semblante de satisfacción, el pecho henchido y la mirada arrogante. Se deleitan con la pérdida de derechos de la clase trabajadora. Han recuperado el poder omnímodo de años atrás y sus empleados se han quedado tiritando ante la salvaje reforma de Rajoy. Como andan ufanos, se atreven con todo. Ahora quieren modificar la ley de huelga. A ver si de una tacada nos hacen retroceder al siglo XIX, a los tiempos de explotación y ausencia de derechos de la revolución industrial. Se quieren cargar todas nuestras conquistas de un plumazo en esta santa y cruel alianza de la derecha.

Nota.- El consejo de Rosell: «No te rías que luego dicen que estamos demasido contentos«.

Más madera

La patronal es insaciable. No tiene empacho. Pide y pide sin refreno. Adaptando el anuncio del cupón, todos los días toca… un recorte. El presidente de la CEOE, Joan Rosell, quiere poner de patitas en la calle a 900.000 funcionarios. La receta de adelgazamiento que propugna el neoliberalismo nos conduce a la anorexia. Cada vez quiere un estado, un sector público, más pequeño, más jibarizado. Lo peor de la propuesta del patrón de patronos es que incorpora una connotación peyorativa o despectiva de los empleados públicos. «No cumplen», sostiene Rosell. Sitúa este señor adinerado a estos trabajadores en la indolencia, en la vagancia, en la irresponsabilidad. ¡Qué falta de respeto! Toda generalización es injusta. Igual de injusto sería considerar explotadores o evasores fiscales a todos los empresarios. Nos viene con este drástico recorte cuando aún está caliente el debate sobre los minijobs, término esnobista que pretende envolver con celofán el empleo precario y el abuso del empleador sobre un empleado con miedo a engrosar las listas del paro. Desde el 20-N, Rossell se ha lanzado a una escalada de reivindicaciones dañinas para las clases medias y trabajadoras actuando como avanzadilla, lanzando globos-sonda para preparar el terreno al futuro presidente. Poniendo el listón tan alto, Mariano Rajoy, si hace la mitad, quedará como un mandatario benevolente. Este trabajo sucio del que se está encargando la CEOE nos está mostrando la hoja de ruta que aplicará la triunfante derecha desde la Moncloa.