Las cenizas de Ulises

LAS CENIZAS DE ULISES
Nilton Santiago

Ahora lo sabemos, tu país era la sonrisa de Ulises,
la frontera más allá de la frontera,
donde las vacas y los cangrejos escapan de algún Chagall
y donde los autobuses, como hospicios para dramaturgos,
son misteriosos escarabajos atrapados en las autovías.
Sí, nuestro país es una nena de veintipocos que aún piensa que los chicos
creen en el matrimonio,
en esa luz que se parece demasiado al sexo de los ángeles.
Deberíamos dejar de hablar de nosotros,
del New York Times envolviendo los anónimos recuerdos de los campos de guerra,
como si fuesen pescado fresco,
allí donde los cascos azules caen como moscas
(total, por la cuenta que les trae a los banqueros y a los gorriones)
Por esos lares, los honorarios de las estrellas
son los mismos que el de los pájaros que brotaban de tu sonrisa
cuando éramos pequeños y los árboles recogían los frutos graves de la noche,
la frágil materia de las aves migratorias
(que también era la nuestra y la de las enfermeras de guerra)
Hoy he vuelto a casa, a la frontera más allá de la frontera
y tengo que decirte que los árboles son apenas un puñado de otoño
brotando de las chimeneas de los autobuses
(los árboles, que para nosotros eran mucho más que los sindicalistas de los bosques)
que Chagall está en paro,
que las columnas de rebeldes han firmado una tregua
con los murciélagos de traje y corbata
y que ya nadie me conoce, a pesar de que he preguntado por ti.
Déjame contarte que la clase media ha sido embotellada y arrojada por el retrete,
que nuestro amigo, el pescador, el que hablaba el dialecto
de las estrellas de mar,
ha dejado de beber, de colocarse y de hacer chistes sobre los conservadores,
y ahora lo ves deambular repitiendo una y otra vez
aquellas palabras de Céline:
“El amor es el infinito puesto al alcance de los caniches” y lo entiendo,
me pongo la chaqueta y, qué demonios, voy por cigarrillos
y una botella de ginebra.
Le hago otro flaco favor a mi soledad.

Nilton Santiago ha sido el ganador del XV Premio Casa de América de Poesía Americana fallado el 25 de septiembre de 2015.

Desde la soledad

DESDE LA SOLEDAD
Carlos Bousoño

Desde aquí, solitario, sin ti, te escribo ahora.
Estoy sin ti y tu vida de mi vivir se adueña.
Yo quisiera decirte que en mi pupila mora
tu figurita tan leve como la luz pequeña.

Nunca supe decirte cómo tu amor es mío,
cómo yo no he mirado la realidad por verte,
y cómo al contemplarte yo me sentí vacío,
y cuánto yo he querido ser para merecerte.

Y cuánto yo he querido ser alcanzar, porque fuese
tu mirada orgullosa de haberme amado un día;
de haberse detenido sobre mí, sobre ese
corazón tan menudo que nadie lo veía.

Corazón tan menudo que tanto has conocido
en su mínimo acento que tu presencia nombra,
y que es dentro del pecho como un leve quejido,
como una mano leve que arañase una sombra.

Hay racimos de soledad en tus manos…

HAY RACIMOS DE SOLEDAD EN TUS MANOS…
La soledad de los bueyes
Julio Llamazares

Hay racimos de soledad en tus manos, desposesiones más antiguas
que la sangre.

Huyen los años de tus ojos como bandadas de cometas por las plazas maduras.
(Sólo quedan los bueyes rumiando su tristeza.)

Has conocido, entre gavillas de silencio, el sabor amarillo de mis pasos,
el humo indescifrable de las brasas sin tiempo.

Nunca mi lejanía se amasó con barro, pero puse en tu boca las yemas más
quemadas y los besos más lentos. Nunca mi lejanía se espesó hasta tu cuerpo.

Como una fuente vieja, azul desde su olvido, arrinconaste el miedo
en arcas inviolables.

Ni siquiera el dolor estalla entre tus labios. Ni siquiera la antigua,
la salada tristeza de mis besos.

Cuándo ya noches mías…

CUÁNDO YA NOCHES MÍAS…
Idea Vilariño

Cuándo ya noches mías
ignoradas e intactas,
sin roces.

Cuándo aromas sin mezclas
inviolados.

Cuándo yo estrella fría
y no flor en un ramo de colores.

Y cuando ya mi vida,
mi ardua vida,
en soledad
como una lenta gota
queriendo caer siempre
y siempre sostenida
cargándose, llenándose
de sí misma, temblando,
apurando su brillo
y su retorno al río.

Ya sin temblor ni luz
cayendo oscuramente.

Vuelvo a la noche

VUELVO A LA NOCHE
Mía Gallegos

De pronto vuelvo
a la noche
con mis zapatos de agua.

Me desnudo
en el lento
ejercicio de mis manos
y busco
solamente
un objeto mío,
un pequeño barco,
un cometa,
un circo de inventadas cosas,
figuras cotidianas,
tuyas y mías,
que amo.

Pero sé
que de pronto
me vuelvo inaccesible
y vuelvo a ser silencio
y llama oscura,
donde mi barco
se escapa de tu orilla.

Lied marino

LIED MARINO
Álvaro Mutis

Vine a llamarte
a los acantilados.
Lancé tu nombre
y sólo el mar me respondió
desde la leche instantánea
y voraz de sus espumas.
Por el desorden recurrente
de las aguas cruza tu nombre
como un pez que se debate y huye
hacia la vasta lejanía.
Hacia un horizonte
de menta y sombra,
viaja tu nombre
rodando por el mar del verano.
Con la noche que llega
regresan la soledad y su cortejo
de sueños funerales.

Raso en la autopista

RASO EN LA AUTOPISTA
Luis Antonio de Villena

Brillantes son las avenidas de la noche,
las vacías autopistas que solitario
atraviesas en la cabina de un coche,
como si una soledad acristalada
permitiese la vida de los sueños, de las
niñas que mueren de amor ante los
cines, fuera del mundo, al borde de la noche.
Automóviles solos que en todos los moteles
hablan del saxo azul de los night-clubs,
de un silencio de seda, del fuego que
abrasa las tablas de la ley cuando
el malhechor —raso en la pechera— decide
ahogar su dolor en los cetáceos muertos,
en la pálida estrella que ve brillar
tras el arabesco del balcón en un
motel cualquiera…
Con el alba el claror redibuja un paisaje,
el cascote del día resuena contra el
níquel y hay olor a comienzo de caza
en los bares desiertos, desiertas avenidas…
Las sábanas entonces, al que tarde regresa,
le ofrecen dulzura de hierba cortada,
rocío en las hojas de los tréboles,
trinos de tordos que saludan al alba.
En tanto tú regresas, marchito el clavel
en la tersa solapa, dispuesto al sueño,
al olvido del dolor, al rubio olor del champaña…
Y mientras, las carreteras desenvuelven
las alfombras azules de la madrugada.

Otro romanticismo

OTRO ROMANTICISMO
Javier Egea

«…las aguas del olvido «
Garcilaso

«Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!»
César Vallejo

Te escribo nuevamente desde una tarde helada
de esas en que nos puede el sentimiento
y la obsesión -ese pingajo de la soledad-
te derriba, te ocupa, sienta plaza en tu cuerpo
y, lo más peligroso, te alumbra, te interroga.

Y ves que los renglones se estrechan,
las letras se amontonan
y comprendes el hueco imposible,
el espacio que nunca compartimos
y este bello recurso de contarte la vida
poblando de historia y de sueños
las hojas tibias del dolor
que tanto me recuerdan tus muslos o tu espalda.
Por ellos navegué durante tanto tiempo,
en ellos aprendí tantas cosas extrañas,
tanto golpe de mar,
que parece imposible olvidarte así, de pronto,
como quien tira la luz por la ventana,
como quien se despuebla de golpe de esperanza.

¿Quién puede responder sin ningún truco
a las preguntas viejas, enquistadas,
hechas parte de ti?

¿Quién cruzará de un salto las aguas del olvido
sin sentir cómo quema en la carne la sorpresa de un día,
las sábanas de un día, los cuerpos ofreciéndose,
las ojeras del gozo al amanecer?

¿No volverá el amor,
aquel juego con náufragos y cofres,
a sorprendernos con su mano abierta,
a dejar en la playa de un hombro
como alga de plata que reposa
la saliva brillante del deseo?

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

Por eso he de decirte -aunque sea por escrito-
que está la casa abierta para ti,
que te esperan los libros, el té, mi soledad,
las dudas de las tardes de domingo,
la pequeña verdad
que no se tiene en pie sin tus palabras.

No es posible saber cuando todo enmudece
y la vida se ha vuelto una sórdida esquina
si nos falló el presentimiento
o será que el mercado nos fue tragando
con sus comadres y su algarabía,
que no supimos vernos ni hablarnos
entre anuncios de sopas luminosas,
promesas y altavoces
pregonando los últimos saldos
de la felicidad.

Será que llevaremos inevitablemente
un lenguaje podrido que amarga el paladar
y te pone a escupir en mitad de la urgencia
cuando toda la historia apenas si consiste
en decirnos que sí, que nos amamos.

Y los golpes, tan fuertes, las aguas del olvido,
tan hondas… Yo no sé!

Hay cosas en la vida
que sólo se resuelven junto a un cuerpo que ama.

Y cartas que se escriben
cuando la prisa clava su aguijón
y te deja colgando del alero
y te da por pensar
que es posible que no nos conociéramos
aunque fuimos viviendo el mismo frío,
la misma explotación,
el mismo compromiso de seguir adelante
a pesar del dolor.

La carta

LA CARTA
Joan Margarit

Mirabas siempre hacia adelante
como si allí estuviese el mar. Creabas
de esta manera un movimiento de olas
ajeno y mítico en alguna playa.
Nos unía la fuerza peligrosa
que da al amor la soledad.
Aún hace temblar entre mis dedos,
de forma imperceptible este papel.
Camino abandonado entre tú y yo,
cubierto por las cartas, hojas muertas.
Pero sé que el camino persiste.
Si abandono la mano sobre el pequeño fajo,
la siento descansar sobre tu espalda.
Solías escuchar hacia adelante
como si allí estuviese el mar, ya transformado
en una voz cansada, ronca y cálida.
Poco nos une aún: sólo el temblor
de este papel tan fino entre los dedos.

Los fantasmas del deseo


LOS FANTASMAS DEL DESEO
Luis Cernuda

Yo no te conocía, tierra;
con los ojos inertes, la mano aleteante,
lloré todo ciego bajo tu verde sonrisa,
aunque, alentar juvenil, sintiera a veces
un tumulto sediento de postrarse,
como huracán henchido aquí en el pecho;
ignorándote, tierra mía,
ignorando tu alentar, huracán o tumulto,
idénticos en esta melancólica burbuja que yo soy
a quien tu voz de acero inspirara un menudo vivir.

Bien sé ahora que tú eres
quien me dicta esta forma y este ansia;
sé al fin que el mar esbelto,
la enamorada luz, los niños sonrientes,
no son sino tú misma;
que los vivos, los muertos,
el placer y la pena,
la soledad, la amistad,
la miseria, el poderoso estúpido,
el hombre enamorado, el canalla,
son tan dignos de mí como de ellos yo lo soy;
mis brazos, tierra, son ya más anchos, ágiles,
para llevar tu afán que nada satisface.

El amor no tiene esta o aquella forma,
no puede detenerse en criatura alguna;
todas son por igual viles y soñadoras.
Placer que nunca muere
beso que nunca muere,
sólo en ti misma encuentro, tierra mía.
Nimbos de juventud, cabellos rubios o sombríos,
rizosos o lánguidos como una primavera,
sobre cuerpos cobrizos, sobre radiantes cuerpos
que tanto he amado inútilmente,
no es en vosotros donde la vida está, sino en la tierra,
en la tierra que aguarda, aguarda siempre
con sus labios tendidos, con sus brazos abiertos.

Dejadme, dejadme abarcar, ver unos instantes
este mundo divino que ahora es mío,
mío como lo soy yo mismo,
como lo fueron otros cuerpos que estrecharon mis brazos,
como la arena, que al besarla los labios
finge otros labios, dúctiles al deseo,
hasta que el viento lleva sus mentirosos átomos.

Como la arena, tierra,
como la arena misma,
la caricia es mentira, el amor es mentira, la amistad es mentira.
Tú sola quedas con el deseo,
con este deseo que aparenta ser mío y ni siquiera es mío,
sino el deseo de todos,
malvados, inocentes,
enamorados o canallas.

Tierra, tierra y deseo.
Una forma perdida.