La caverna enfurecida

No sólo Javier Arenas ha cosechado un gran fracaso. La derecha mediática se ha sumado al duelo, al chasco. La respuesta de la caverna se ha decantado hacia la ira y el reproche burdo y estereotipado contra el pueblo andaluz. Ha sido el palo de tal calibre que las caras de fiesta de las vísperas e incluso de la propia jornada electoral mutaron hacia la decepción y la incredulidad. A media tarde del domingo, Pedro J. Ramírez difundía en su Twitter los resultados de una inexistente encuesta israelita (realizada a las puertas de los colegios electorales) muy favorables a las siglas de la gaviota. Sin embargo, esta euforia fue virando hacia la frustración a medida que avanzaba el escrutinio. Las botellas de champán se quedaron en la nevera y la enorme pancarta preparada en el cuartel general del PP andaluz permaneció enrollada. Tenían tan altas expectativas fundadas en una serie de sondeos errados con estrépito que no daban crédito a lo que estaba ocurriendo.

En lugar de reposar el análisis, de profundizar en las causas del fiasco, toda la brunete mediática ha recurrido al brochazo simplista y al tópico malintencionado. Estos ángeles del apocalipsis tiraron de un reduccionismo infame. El varapalo electoral de la derecha arrogante y autoritaria se debe, a su sectario modo de entender, a la inmadurez del electorado andaluz. Y sin ningún arrobo han tirado del manual de descalificaciones e insultos tan habituales en el reino del TDT Party: que sin los hombres y mujeres de esta tierra son unos vagos, menores de edad políticamente hablando, catetos, estómagos agradecidos, pancistas, apesebrados, chupones, subsidiados… Siguen instalados en el discurso del voto cautivo. Por eso, han lanzado con furia y ansias de exterminio de un pensamiento diferente una cascada de improperios contra una gente que ha votado, con libertad y en conciencia, lo que les ha dado la gana. Como siempre desde que disfrutamos de democracia.

Estaban en la derecha tan embriagados de poder que no habían barajado siquiera la hipótesis de no conseguir su objetivo de gobernar en Andalucía. Como en la aldea gala de Astérix, Andalucía se ha erigido en la resistencia a la marea azul gracias a un pueblo insobornable y sabio que sabe lo que quiere. Haría bien la caverna en despojarse de irreales clichés, en abandonar sus falsos lugares comunes, si es que quiere comprender a unos ciudadanos con una visión más profunda, más juiciosa y más elevada de la que carecen muchos analistas y opinadores que viven encastillados en la villa y corte madrileña. El recurso fácil de la descalificación falaz sólo pone en evidencia el mal perder y el déficit democrático de los que se resisten a aceptar el inapelable veredicto de las urnas.

Miserables

La derecha en todas sus variantes se pasa el día degradando la política. Está inmersa en una estrategia de erosión para provocar la desafección de la ciudadanía. No se para ante nada. Cualquier atajo, por repugnante que sea, vale para dañar la gestión pública. Uno de los personajes preferidos de esa caverna recalcitrante y retrógrada es la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, que se ha convertido en la diana en la que proyectan sus dardos machistas y misóginos. Con sus feroces diatribas contra la política gaditana sólo manifiestan la rabia y la iracundia que no soporta la quiebra de los rancios esquemas sociales que llevan siglos defendiendo.

Ya no se conforman con la ministra. La jauría ha ampliado su radio de actuación hasta su entorno familiar o personal. Esta misma semana han comenzado una cruzada miserable contra su pareja por el simple hecho de que es cargo público (delegado de la Junta de Andalucía en Madrid) y tiene un modesto salario público (42.000 euros anuales brutos). El avieso y demagógico cóctel que prepara la derecha da asco: enchufismo y despilfarro público, una ecuación perfectamente desmontable si se goza de buena fe y no se pretende la aniquilación del adversario por métodos infames.

Basta con mirar la trayectoria de Julián Martínez para calibrar la maldad que encierra esos ataques desaforados. Quince años trabajando para la administración pública en diferentes cargos, doctor en Historia y varias publicaciones en el mercado. Una carrera profesional y pública contrastada que para este pelotón de fusilamiento no significa nada, carece de valor. Para estos obsesos lo único destacable es su relación con la ministra. Y cuando el delegado ya estaba en harina política, Bibiana Aído cursaba el bachillerato.

La derecha alimenta el alejamiento de la ciudadanía de la política deslegitimando su utilidad y haciendo demagogia con los emolumentos que perciben sus representantes. Muchos medios, especialmente Intereconomía y ABC, han transitado por este perverso camino. Cualquiera de los contertulios de la cadena fanática o buena parte de la plantilla del rotativo gana más que el delegado de la Junta en Madrid, y me parece estupendo. En la división política, la diputada del PP andaluz encargada de alimentar de ponzoña estas cañerías, Teresa Ruiz Sillero, tiene un sueldo dos veces superior al de Julián Martínez, y me parece estupendo, aunque su currículum es bastante más flojo y su carrera profesional muy desconocida. Incluso la lideresa de Madrid, Esperanza Aguirre, que ha terciado en este debate, percibe el triple como retribución anual. No sé si comparar y explicar es caer en la trampa o como echarle margarita a los cerdos.

La derecha ha puesto la trituradora faltando a los preceptos de su fe (¡Qué malos cristianos!). Mancha que algo queda. Despojado de pasión y del subjetivismo de mi afiliación política, todo este episodio me parece una cacería vil, en absoluto ni justificable ni justificada.