Campañas de tráfico

La siniestralidad en las carreteras se ha reducido afortunadamente por una panoplia de motivos. Mejores infraestructuras, vehículos más seguros, la espada de Damocles de la retirada de puntos y, fundamentalmente, por la concienciación ciudadana gracias a las campañas puestas en marcha por la Dirección General de Tráfico. Sin la persistencia de este Pepito Grillo sobre los riesgos que comportan los malos hábitos en la conducción no habría caído el número de víctimas a cifras dolorosas aún pero muy bajas en comparación con un tiempo atrás. Os dejo un mix publicitario con todas las campañas de la DGT en los últimos años.

Circulando

A las 6.35, apenas media hora después de entrar en vigor la rebaja del límite de velocidad a 110 km/h, me subía al coche para recorrer los 200 kilómetros que separan la Estación de San Roque de Sevilla. Todavía de noche me disponía hacer un trayecto con la nueva norma de circulación. En previsión, salí con más tiempo para compensar la minoración obligada del ritmo de viaje. La primera noticia de la radio versaba sobre esta medida aprobada por el Gobierno de España para ahorrar combustible. Desde la emisora se afanaban en aclarar algunos extremos en cuanto a las sanciones que comportaban infringir el nuevo tope. Al parecer, te multan desde el mismo momento en que sobrepasas el límite estipulado, pero sin embargo los radares te tiran la foto cuando rebasas los 125 km/h. En el intento de disipar dudas, me surgieron algunas nuevas. Eso sí, el régimen de los puntos se queda como estaba. Me discipliné todo el camino para que la aguja del cuentakilómetros no alcanzara en ningún momento los 120 km/h. Más vale prevenir que dejarse unos cuantos euros en la gatera de la Dirección General de Tráfico. Con esta reducida velocidad de crucero, el camino se me hizo más largo que de costumbre, daba la sensación de que el coche apenas avanzara. Lo mejor, el consumo de gasóleo fue menor que otras ocasiones. Un poco más lento, un poco más seguro y un poco más de combustible en el depósito. La ecuación no resulta del todo mala.

Foto.TVE.

El ejemplo de la DGT

Hoy entra en vigor la reforma de la Ley de Tráfico y todo el mundo ha recibido una carta en su domicilio con las novedades introducidas en el texto. La Dirección General de Tráfico nos explica en un folleto de forma clara y concisa el nuevo marco normativo. El departamento dependiente del Ministerio de Interior sostiene que la reforma hace la ley más sencilla (actualiza infracciones, define mejor plazos de alegaciones y permite identificar al conductor por Internet), más fácil (se activan más vías telemáticas de información y se abren nuevas fórmulas de pago) y más justa (menos infracciones que restan puntos, se amplía el número de puntos recuperables mediante cursos, se eliminan las suspensiones temporales por faltas graves o muy graves, sólo se perderá el carné cuando se agoten los puntos y se estrecha el cerco contra los morosos).

Posiblemente, todo lo relacionado con las infracciones y sus consiguientes sanciones constituye el capítulo que más nos afecta al usuario del volante. Las violaciones de la norma que restan puntos se reducen de 27 a 20. Al que meta la pata de manera muy grave, además de la detracción de puntos, tendrá que desembolsar hasta 500 euros, una multa que pone los vellos de punta, las graves se cotizan a 200 euros y las leves hasta 100. El pago en el acto te beneficia con un descuento del 50%, pero te imposibilita emprender alegaciones o recursos posteriores. El folleto recoge en un cuadro el castigo por exceso de velocidad, para que a nadie le queden dudas y no se disparen las leyendas urbanas sobre a partir de qué límite empieza la sangría de puntos.

La DGT es un modelo de comunicación y de gestión. Nadie cuestiona el acierto de la puesta en marcha del carnet por puntos ni de las continuas campañas de sensibilización. El resultado es espectacular: las cifras de mortalidad en las carreteras se han rebajado a cotas de los años sesenta del siglo pasado con un parque automovilístico varias veces superior. Estamos en el camino correcto.