El cielo y el suelo

Aspiran a conquistar el cielo pero, de momento, no despegan del suelo. No ha sido muy grata la primera semana de Podemos como partido político estructurado a la vieja usanza. Han incurrido en los mismos errores y en las mismas dinámicas que dicen combatir de la casta. El elenco de los asuntos aireados estos días en los medios de comunicación permite entrever comportamientos que suponen o colindan con el nepotismo, la información privilegiada, los sueldos encubiertos o la soberbia de querer esconderse detrás de un plasma para escapar del escrutinio público y de las preguntas incómodas. Viejos vicios para una recién nacida formación política.

El primer gran marrón que ha tenido que lidiar Podemos ha sido el contrato de su número tres, Íñigo Errejón, con la Universidad de Málaga desde el 17 de marzo de este año. Su selección como investigador y su dedicación al objeto de estudio han dejado muchos interrogantes, tanto que la rectora ha abierto un expediente informativo a este dirigente político. ¿Cómo es posible que en una convocatoria pública sólo se presentara un aspirante con el paro que hay en España? El propio director del proyecto y miembro también del nuevo partido, Alberto Montero, ha admitido que llamó a su amigo. ¿Fue entonces un concurso a la carta? Además, ha quedado en entredicho el cumplimiento de las 40 horas semanales laborales que exigía el contrato y es que su colega lo exoneró de su presencia física en el campus malagueño. Por último, se ha descubierto que en este periodo cobró casi 8.000 euros de Podemos contraviniendo la ley de incompatibilidades. Un sobresueldo del que no tenían conocimiento ni sus círculos ni sus simpatizantes. El bautizo de Errejón ha sido a fuego y sus explicaciones insuficientes y poco convincentes.

Esta semana se ha sabido también que Pablo Iglesias ha hecho negocio con su ONG. Su productora, constituida como organización sin ánimo de lucro, facturó hasta 425.000 en sólo dos meses y sin tener personal contratado en nómina. Ni una palabra para desmentir este extremo. O al menos yo no la he escuchado. Con todo este ruido mediático el líder de Podemos ha dado plantón al programa ‘Un nuevo tiempo’, de Telecinco, después de estar anunciada su presencia, y ha planteado responder sólo una pregunta pactada desde la sede de su organización. Curiosa marcha atrás de un dirigente político que ha adquirido fama y conocimiento gracias a su romería por los platós de distintas cadenas. Este movimiento se produce tras varias entrevistas, muy especialmente las de ‘Salvados’ y ‘El objetivo’, de la La Sexta, donde el eurodiputado se mostró inconcreto y huidizo ante cuestiones cruciales para la opinión pública sobre su programa electoral. Hoy hemos podido leer en El País que la dirección de Podemos ha decidido reducir sus comparecencias ante los medios para proteger a su secretario general tras esta semana plagada de contratiempos.

La reacción del nuevo partido ante la cruda realidad se ha basado en el victimismo. No es cuestión de odio sino de exigencia de integridad. Para todos y muy especialmente para los que se han erigido en adalides de la regeneración. Ha puesto Podemos, y con razón, el listón muy alto de las exigencias públicas de ética e integridad. Ese grado de purismo obliga a responder con la misma contundencia que se demanda a los demás. Su campaña en redes sociales, #SuOdioNuestraSonrisa, suena a enroque y a respuesta a la defensiva. La dialéctica en el espacio público es de ida y vuelta. Podemos es un actor más con los mismos derechos y los mismos deberes que el resto. Embriagos por el hipotético éxito futuro, no han sabido gestionar esta semana de crisis y han enseñado un rostro clásico y hasta ahora desconocido (pero presentido). Volar con el viento de cola siempre es mucho más fácil.