Haciendo las maletas

Hoy no tengo tiempo de recrearme, tengo que hacer las maletas de nuevo. Se terminó la segunda etapa de las vacaciones. ¡Cómo pasa la vida! Los quince días se han ido volando. Envejecemos a la velocidad de la luz. ¡Que alguien pare el reloj! Esta tarde dejo Moguer y regreso a Sevilla. Reproduzco un delicioso poema de Luis García Montero que me ha enviado una persona especial. No es que me falte inspiración… Y mucho menos en estos momentos.

Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo,
iluminando
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos.

Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.

También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuando te marchas.

Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.

Espiada a la sombra de tu horario,
o en la noche de un bar por mi sorpresa.
Así he vivido yo,
como la luz de un sueño
que no recuerdas cuando te despiertas.

Vídeo: El Canto del Loco, Son sueños.

Alambradas

 

Le han puesto puertas al campo. He recordado las películas del oeste americano en las que los ganaderos empezaron a encontrar explotaciones agrarias cerradas, que constituían obstáculos en el camino de las reses. Hacía tiempo que no recorría las tierras de cultivo de Moguer. Las del camino del Monturrio están todas cercadas, rodeadas de alambradas que hacen de muros inexpugnables, reductos con alguaciles con forma de cerrojos y candados. Los tiempos han cambiado… y para mal. El pillaje ha obligado a levantar vallas cada vez más altas. La campiña antes era abierta, las lindes se erigían en fronteras de estricto respeto, nadie osaba sisar la cosecha del vecino. El cambio del paisaje también ha sido brutal. Guardaba en mi memoria caminos terreros, una masa forestal importante, cultivos de secano, tracción animal… La tierra de labor ocupa las hectáreas que antes pertenecían a pinos y eucaliptos, el alquitrán cubre la mayor parte de las vías rurales, la producción de regadío se extiende por más superficie, mecanización, haciendas y construcciones con poderío… En veinticinco años han pasado muchas cosas… También en el campo.

Va por ti

En la radio siempre han existido programas de canciones dedicadas. En la actualidad, repasando las grandes cadenas, sólo recuerdo uno en Cadena Dial a partir de las 22 horas de lunes a viernes. Este tipo de espacio es un simple contenedor musical abierto a la participación, que tiene poco coste y que cubre muchos minutos de emisión. En este blog sólo suenan temas que me gustan o que guardan relación con el post de turno. Abro una ventana no exactamente a una petición, sí a complacer de oficio (y con devoción) a una amiga con una canción que, de paso, también me motiva, especialmente en la voz de Mayte Martín. Sé que la pieza le encanta, que la letra le trae recuerdos, algunos no muy lejanos, que el sonido la acerca a su Sevilla deseada… Va por ti. Además la dedicatoria la pongo yo: «No dejes de volar nunca buscando la fantasía…». La felicidad no es una utopía, muchas veces nos circunda y no sabemos apreciarla encerrados en nuestra coraza. Para vivir a plena satisfacción hemos de desprendernos de miedos y prejuicios. Y actuar con valor, asumir riesgos, apostar fuerte. Sólo así se alcanzan «cosas diferentes».

Atardecer de ensueño

Ayer salí a correr tarde. Los rayos de sol caían oblicuos y muy difuminados a través de jirones de nubes que anticipaban la llegada de la penumbra. Tomé como siempre en estos últimos días el camino del Monturrio, adentrándome en la fértil campiña moguereña. Atardecer fresco que invitaba a hacer kilómetros con un astro rey que ya estaba declinando. En el trayecto de vuelta me encontré con una estampa que se repite cada día, aunque a veces tiene una dimensión especial, se interpreta con otro idioma, se vive con otra predisposición, se saborea a pequeños sorbos. La puesta de sol me atrapó en un doble sentido. Me cogió casi de sopetón en pleno esfuerzo y me sobrecogió el esplendor, la grandeza, la magia de una imagen de postal o de cuadro de museo. La luz que se colaba entre las nubes fue tiñiendo sus formas caprichosas como de algodón dulce de un sinfín de tonalidades. Del amarillo al anaranjado, del rosa al violeta, a medida que se escondía un círculo redondo dorado tras la línea indefinida del horizonte. Todo un catálogo colorista salpicado con ojos de cielo de azul celeste intenso y algunos cirros gris perla. El último estertor de un sol que se batía en retirada y que cedía el testigo a la noche. Un espectáculo de luz y color, una fotografía de ensueño, un momento para gozar. El atardecer es un momento intimista, reflexivo, bucólico, incluso sentimental. Toda esa belleza se ha quedado en mi retina y en este modesto post, al que lo acompaño con sonido U2 (One y Beautiful day).

Bricolaje

 

¿A quién se le ocurre? Estar de vacaciones y ponerse a arreglar los pequeños desperfectos de la casa. Nuestra vivienda de Moguer necesitaba un repaso (¿y quién no?). O quizá algo más. Llevábamos dos años prácticamente sin usarla. Una casa, aunque parezca mentira, envejece más rápido si permanece cerrada. La ausencia de mi madre nos había alejado del pueblo. Antes ella pasaba los veranos en Moguer y nosotros, lógicamente, veníamos unos días para estar con ella, para disfrutar de su compañía. ¡Cuánto la echo (echamos) de menos! Pues aquí andamos haciendo de todo un poco. Pintando las paredes, ordenando los dormitorios, reemplazando mobiliario y algunos electrodomésticos… En definitiva, poniendo orden y haciendo más confortable nuestro hogar temporal. Lo dejaremos casi recuperado cuando nos vayamos. Otra razón añadida para venir más a menudo a este pueblo nuestro.

Vídeo: Bruce Springsteen, This land es your land. Concierto en el Memorial Coliseum de Los Ángeles el 30 de septiembre de 1985.

Madonna, 50 tacos

 

Hoy día de fiesta para todos y para mí también. Por eso, sólo voy a reseñar que Madonna cumple mañana 50 años, medio siglo actuando a su libre albedrío y viviendo la vida a tope. No es Madonna una de mis cantantes preferidas, en este capítulo me resulta casi indiferente, la considero una artista con enormes recursos para las variedades y el espectáculo. Sí admiro su carácter provocador, su rebeldía para enfrentarse, rompiendo moldes, al puritanismo de Estados Unidos, su imagen de mujer fatal… Constituye un claro exponente del hedonismo como modo de vida. Por cierto, en septiembre canta en Sevilla, será todo un acontecimiento para una ciudad que está al margen de los circuitos de conciertos de las grandes estrellas.

Abrazoterapia

Tengo una amiga que ayer no atravesaba el mejor de los momentos. Fue uno de esos días en los que el destino te hace un extraño y te topas con situaciones dolorosas, dramáticas, que te tocan de lleno la fibra sensible. Es profesional del sector sanitario, trabaja en Lisboa y lidia la cruda realidad en primera línea de combate. Su primera conclusión no puede tener más calado social: «Esta profesión siempre me viene a ratificar lo mismo; los más vulnerables se llevan la peor parte». Precisamente, ese fatídico designio es el que debe corregir la política. Evitar desde lo público que alguien por el fortuito hecho de nacer en cuna pobre no tenga la opción de gozar de servicios y oportunidades para prosperar. Ésa es la gran diferencia entre los que propugnan que el mercado regule nuestras vidas y los que consideramos que el Estado debe intervenir para eliminar o cuando menos atenuar las desigualdades, tarea compleja y a veces poco reconocida. La segunda parte de su razonamiento tiene más difícil solución, aunque está cargada de sentimiento y de sentido común: «La gente está muy sola y necesita ‘abrazoterapia’, que cura más que los psicólogos». Vivimos en una sociedad de consumo cada día más individualista, encerrado cada cual entre sus cuatro paredes, sin importarle un rábano lo que le ocurre al vecino de al lado, cada uno va a lo suyo y el que venga detrás que arree. Estoy estos días en un pueblo grande, algo más de 15.000 habitantes, pero pueblo al fin al cabo, donde las relaciones humanas se desarrollan con más intensidad y cercanía, donde las puertas de las calles permanecen aún abiertas, donde la gente habla y se interesa por los demás. Ojo, que antes, hace unos años, esa pauta de conducta estaba aún más acentuada, el influjo de los nuevos tiempos llega a todos rincones sin excepción y nos hace perder parcial o totalmente los buenos y arraigados hábitos. Posiblemente, en las situaciones extremas es donde más se echan de menos la palabra de ánimo, el gesto cómplice y el calor humano. El cariño, la amabilidad y la ternura tienen efectos más positivos que los divanes o los medicamentos. En los momentos duros el mejor tratatamiento es la ‘abrazoterapia’. Sobra casi todo lo demás. Me uno desde la distancia en un abrazo cálido y solidario. Ánimo, cada día comienza una nueva aventura.

Vídeo músical: Abrázame (acústica), de Camila. Una versión con sonido de más calidad pero no importable al blog es el videoclip de Sony (pincha aquí).

Correr

 

Llevo más de diez años corriendo con asiduidad. Cuando el trabajo o los compromisos me lo permiten me calzo las zapatillas al menos cuatro veces por semana. Soy corredor de fondo. Suelo hacer unos doce kilómetros, un poco más si me ajusto a la hora de ejercicio físico o aún más si tengo en mente alguna de las múltiples pruebas del calendario de carreras populares. Entreno solo y no necesito ni radio ni mp3 para amenizar el recorrido. Correr supone un esfuerzo, a veces excesivo tras una jornada de intensa actividad, y también un descanso mental, un desestresante básico, una forma de liberar adrenalina y malos humos. No me gusta correr a primera hora de la mañana, prefiero la tarde-noche. Los que tenemos la tensión más bien baja necesitamos un tiempo considerable para desentumecer los músculos, para que estén tonificados, para no sentir que arrastras los remos o te faltan fuerzas. En época estival, especialmente en Sevilla, el único momento en la que el calor no te asfixia es precisamente al comienzo del día. No he participado en ninguna maratón, sí he estado en varias medias. Cada vez que me he preparado la de mi ciudad (suele ser en febrero) hemos organizado un acto con presencia de José Luis Rodríguez Zapatero. La de 2009 no me la pierdo: no creo que en esta ocasión, en año de baja actividad electoral, que no política, surja ningún contratiempo. Me tengo que preparar mi rutina de entrenamiento. Los 42.195 metros no son ninguna tontería. Por cierto, correr no es de cobardes, como decía el fino delantero bético Rogelio Sosa para justificar su renuencia a entrenar duro. La coartada de los que no quieren correr es que salen un poco antes para llegar a la misma hora. Punto y final con un chiste malo.

Siesta

La siesta es de los mejores momentos del verano. Durante el resto del año no puedo disfrutar del placer de la cabezada. Comer siempre fuera de casa tiene esos inconvenientes, además de incrementar los triglicéridos y el colesterol si no encuentras buenos establecimientos. ¿Quién no sucumbe ante la tentación de una cama tras las comidas opíparas y la intensa temperatura de estas horas? La siesta, qué gran invento de los romanos. Sería de ellos, pero la hemos patentado nosotros. Y la importamos al mundo entero. Buen descanso. 

Vídeo: Alan Parsons Proyect, Time. Música apropiada para estos momentos de la jornada.

Recuerdos

 

No tengo ni idea de qué escribir. No es por agotamiento ni por el síndrome a enfrentarme con el papel en blanco. Simplemente es que estoy pasando unos días sin grandes novedades, de mucho descanso y rutina familiar. Los niños mandan y disponen de nuestro tiempo. Ellos se lo están pasando en grande. Sus andanzas por la calle Picos me traen a la memoria mi infancia. Juegos y sueños de un zagal de capital que se pasaba casi tres meses en el pueblo cuando cogía las vacaciones escolares. Ha cambiado mucho la fisonomía de Moguer. Recuerdo sus calles sin asfaltar, los puentes que daban acceso a las casas para salvar los caños por los que corría el agua calle abajo, las fachadas de refulgente cal blanca, los hogares sin apenas comodidades, las primeras televisiones en blanco y negro, los animales como vehículo de transporrte y fuerza motriz para la faena en el campo, las tabernas rústicas de labradores curtidos y borrachines insatisfechos, el vendedor de helados tirando su carrito … El cambio en este pueblo, majestuoso y laborioso, ejemplifica a la perfección la evolución registrada en Andalucía, una transformación que nos permite estar al nivel de cualquier otro territorio de España o de nuestro entorno europeo. Mis recuerdos no tienen color sepia, están recientes, frescos, grabados en la retina sin el velo de unas cataratas. Mis vivencias me unen a mis raíces. Estos recuerdos me permiten valorar más si cabe el esfuerzo de generaciones por sacarnos del atraso, ponderar el sacrificio de unos padres, mis padres, por dejarnos un mundo mejor. Y lo han conseguido.