Zapatero resiste, Rajoy se inhibe

Periodistas y analistas de los distintos medios de comunicación sostienen que el debate del estado de la nación no ha servido para nada, que no ha arrojado ninguna luz a la ciudadanía, que ha sido una simple contienda dialéctica estéril y repetitiva. Con humildad, quiero expresar mi más rotunda discrepancia con ese planteamiento. Desde este enfoque, consciente o inconscientemente, se está alimentando una corriente de pensamiento que busca desprestigiar el valor de política, inocular la desafección por lo público, catapultar al mercado y el individualismo en menoscabo del estado y lo colectivo.

Este debate de la nación se presentaba como una reválida tanto para el presidente del Gobierno como para el aspirante. Ambos llegaban a la cita en situación desigual y con perspectivas diametralmente opuestas. Rodríguez Zapatero, en medio de la plaza lidiando al peligroso toro de la crisis. Rajoy, desde la barrera mirando la amenazadora faena fumando un puro, esperando que el morlaco le hiciera el trabajo y sacara corneado del coso al matador, dejando el camino expedito. La sesión parlamentaria ha confirmado dos cosas: que el maestro, o sea, Zapatero, es atrevido y es capaz de asumir su responsabilidad y que el maletilla, o sea, Rajoy, no es capaz de saltar a la plaza a dar un quite cuando el que torea se ve apurado por el astado, aunque tal gesto sólo sea por sentido patriótico. En fin, que el socialista toma el toro por los cuernos y el popular le importa un cuerno el futuro de España, preocupado exclusivamente en el adelanto de las elecciones.

El presidente resistió bien los envites de las circunstancias y de las dificultades de la coyuntura. Se creció en el cuerpo a cuerpo. No está cómodo con las medidas de ajuste, se le nota, un paquete para contener el gasto que va contra su ideario y su filosofía, pero sabe que tiene que aplicar para llevar a este país a aguas tranquilas. No consuela pero en toda Europa los gobiernos, sean del color político que sean, andan con las tijeras en la mano. Zapatero antepuso el principio de responsabilidad a cualquier otra consideración: no se detendrá en poner en práctica reformas que saquen a España de la crisis «me cueste lo que me cueste». Antepuso sin ambages el bienestar del pueblo español a sus expectativas electorales o las del PSOE.

Rajoy se sitúo en las antípodas de esta postura razonable y seria del presidente. Hasta El Mundo critica su pasividad, su conformismo, y la oportunidad perdida por el jefe de la oposición, cuya obsesión es el quítate tú para que me ponga yo. La única propuesta en toda su intervención fue la petición de elecciones anticipadas. De lo demás, mutis por el foro. No habló de reforma laboral, ni de pensiones, ni de servicios públicos, ni de la reforma del sistema financiero… ¿Cuáles son sus medidas en estas materias? Silencio, quietismo, no arriesgar para mantener las posiciones. Si no desvela su programa, será porque no lo tiene, que es grave, o porque sus recetas de ajuste son tan duras (basta mirar como afilan los cuchillos en la FAES o las soflamas de Aznar para entender por dónde vienen los prosélitos del liberalismo), que es aún peor. Como me decía mi amigo Perujo, Zapatero ha hecho el ajuste con bisturí y Rajoy lo haría con una moto sierra. La derecha, la historia es testigo, no se anda con contemplaciones.

Este sesión parlamentaria ha dejado el panorama muy claro, por si aún pendía alguna duda. El presidente del Gobierno, con sus aciertos y con sus errores, se afana en sacar a España de la crisis, mientras que el Partido Popular se cruza de brazos, se inhibe, se alía con la recesión para hacer caja electoral. Recurriendo al símil de la final de la Copa del Mundo de Suráfrica: Zapatero quiere jugar como la Roja y Rajoy emplea la táctica holandesa para frenar con malas artes sus evoluciones.

Una vez más, el socialista ha hecho el debate de la nación y el popular, el de la negación.

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