¿Son todas las víctimas iguales?

Todas las víctimas de terrorismo deberían ser iguales. Desde nuestro confort occidental, nos horrorizamos cuando la barbarie golpea en nuestra área de influencia pero no nos produce el mismo impacto cuando el zarpazo terrorista se produce en territorios lejanos. Más del 85% de los atentados del fundamentalismo islámico se ha producido en países de mayoría musulmana. Esas víctimas de la sinrazón no producen la misma conmoción que cuando viven en París o Bruselas. Tampoco zamarrean nuestras conciencias las decenas de miles de sirios que dejan su país para escapar de la muerte a manos de los mismos que hacen 48 horas sembraron el pánico en la capital de Bélgica. De esa realidad nos alertaba ayer la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, a través de su cuenta en Twiter: «No olvidemos nunca que las personas que huyen de la guerra de Siria están sufriendo el mismo terror que ha golpeado al corazón de Europa«. Los desplazados son víctimas del mismo terrorismo que se ha cobrado 31 vidas en Bruselas. Sin embargo, en las instituciones europeas y en la mayoría de gobiernos del Viejo Continente no se les concede la misma consideración. ¿Cuántos sirios, niños incluidos, han muerto en los ataques del Estado Islámico en su país o en el camino del paraíso europeo en las aguas del Egeo o por el frío del invierno? Pues eso, nos falta coherencia.

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